«Si la familia de Chillida se desmarca de este disparate, Tindaya se salvará»
Escritor y profesor
Jesús Giráldez (Las Palmas, 1964) se unió a la defensa del Tindaya (Fuerteventura) en 2001, seis años después de que Chillida anunciara el proyecto que conlleva vaciar la montaña. Licenciado en Historia y profesor de Educación Física, presenta ahora un ensayo en defensa del espacio natural.
Itziar AMESTOY | GASTEIZ
Antes de Morir, Eduardo Chillida concibió una última obra, «Monumento a la Tolerancia», creando un espacio dentro de una montaña. Para ello era necesario el vaciado de toda una montaña, llamada Tindaya e ubicada en la isla canaria de Fuerteventura. La defensa del patrimonio y del significado que el lugar tiene en la isla no ha conseguido parar el proyecto. La corrupción que ha envuelto su ejecución han retrasando su inicio. En «Tindaya: El poder contra el mito», Jesús Giráldez repasa el significado de la montaña y los intereses y el expolio que hay detrás del proyecto.
Después de una gran polémica, Tindaya había dejado de escucharse. ¿En qué fase se encuentra el proyecto?
Estuvo parado durante un tiempo, pero se ha retomado. Los sondeos geotécnicos depararon que la obra era viable, pero con muchas incertidumbres que no se aclararan hasta que esté en marcha. Aún y todo van a seguir. Cada espacio natural tiene sus normas de gestión, pero para la montaña las han modificado de tal manera que concluyen que para conservarla hay que construir el monumento de Chillida. ¿Cómo puedes hacer unas normas de conservación cuyo objetivo sea horadar el espacio y transformarlo radicalmente?
Hay siete figuras de protección que afectan a la montaña.
Está declarado punto de interés geológico, Zona de Protección por el Plan Insular de Fuerteventura, Monumento Artístico-Histórico, Bien de Interés Cultural... Pero han ido adaptando cada uno de ellas para que normativamente sea posible la realización de este disparate.
Tindaya no es sólo una montaña. ¿Cómo se los explicaría a un ciudadano de Euskal Herria?
Es especial, fue elegida por los majoreros (sociedad aborigen canaria) porque se diferencia en todo de su entorno. El color de la piedra es más claro que el de la zona. En Fuerteventura, casi todas las montañas tienen formas suaves y redondeadas, pero Tindaya es puntiaguda. Está en un lugar cercano al mar y de la montaña al mar hay como 7 u 8 kilómetros de llano. Capta la atención de cualquier persona que pase y por eso captó la atención de una sociedad que lo convirtió en su lugar de ritos.
¿También hay manifestaciones arqueológicas?
Tiene 290 grabados podoformos y, aunque grabados de pie hay en muchos yacimientos del norte de África o Fuerteventura, aquí sólo hay este tipo. Una investigación del Instituto Astrofísico de Canarias concluyó que más del 90% están dirigidos hacia puntos astronómicos que tienen que ver con la llegada del periodo de lluvias a Fuerteventura. Por lo tanto, la orientación no es arbitraria y tiene que ver con las creencias aborígenes y con ritos para llamar a la lluvia.
¿Qué conllevaría la realización del proyecto?
Estamos hablando de un cubo de 50 metros de largo que estaría en el interior con dos chimeneas que dan a la cima. Además, un túnel de acceso en la mitad de la montaña con rampas, accesos adaptados...
¿No hay nada rescatable de la idea de Chillida?
Si se quedara en un proyecto virtual. Pero no haciendo ese daño al paisaje. Estaría bien que se habilitara un lugar para mostrar la idea del proyecto con una maqueta y se quedara como una obra de arte irrealizable. Incluso Chillida reculó en varios momentos, pero lo marearon.
¿Tiene algo de especial que Chillida eligiera Tindaya?
Sí, el proyecto le viene por un sueño: había leído unos versos de Jorge Guillen que decían, «lo profundo es el aire». Se fue a dormir y ese verso lo quería convertir en una escultura. Concluyó que esa profundidad sería vaciar un gran espacio; en este caso, una montaña.
¿Hay posibilidad de pararlo?
Lo más sencillo es que la familia dijera que no, porque la obra pertenece a la herencia artística de Chillida. Pero es difícil, porque detrás hay mucho dinero.
Después de tantos años de lucha, ¿llegan momentos bajos?
Ha sido una lucha larga. Llevamos desde el año 1995-96 y ellos no cesan en el empeño. Al final, tampoco tienes fuerza constantemente. Por eso llega el libro, es un intento de que el tema trascienda mediáticamente. Estos días estamos con dedicación absoluta en Euskal Herria, porque interesa que se conozca. Si la familia de Chillida se desmarca de este disparate, ya no hay nada que hacer y Tindaya se salvaría. Además, nos consta que hay cierta división en el seno de la familia; normal, con todo esto están manchando el nombre de su padre.
Hoy en día, ¿se puede visitar la montaña?
En teoría tienes que pedir un permiso a Medio Ambiente. Pero en la práctica cualquiera puedes subir y hacer lo que te dé la gana. Así, han aparecido grabados destrozados.
Los beneficios económicos mantienen el proyecto, pero, de momento, llevan 130 millones de euros gastados y no se ha empezado.
Hay beneficios económicos de las empresas que se han expropiado. Cuando se habló del proyecto había que parar las canteras que ya expoliaban la montaña, pero, en vez de expropiarlas, se llegó a un acuerdo con ellos y se les pagaron 1.000 millones de pesetas. Si se hubiera procedido a quitar la concesión, el gasto no hubiera llegado a los 10 millones. Además se gastó una partida importante para unos sondeos geotécnicos que nunca se hicieron.
¿Esta fuga de dinero no abre algún tipo de esperanza?
Sí, porque aunque los tres grandes partidos -PP, CC, PSOE- lo han apoyado. Últimamente el PSOE se está desmarcando por la corrupción que lo envuelve.
Incluso con vistas a sacar réditos del turismo, ¿Tindaya no tiene de por sí atractivo suficiente?
Claro. Hemos presentado proyectos alternativos con rutas guiadas, un museo del sitio... algo que daría empleo estable a la gente del pueblo. Pero el negocio es el negocio. Nos tememos que empiecen la obra y, entonces, aunque no se acabe el proyecto el destrozo sea irreversible.