El Baskonia celebra su sexto título de Copa
Reconstituyente para no dejar de seguir ganando
El Baskonia, que hoy tendrá que madrugar para viajar a Milán para otro choque vital, se dio un homenaje para recobrar fuerzas ante 15.0000 entusiastas.
Jon ORMAZABAL | GASTEIZ
Por mucho que actos como el de ayer puedan haber perdido algo de chispa a base de repetirse en los últimos años -apenas han pasado ocho meses desde el último-, y que el calendario no daba pie para demasiados agasajos, -la Euroliga está en su fase decisiva- el Baskonia decidió a última hora que la sexta Copa, mucho más en un año tan especial como sus bodas de oro, merecía celebrarse junto a su fiel afición. Y es que, por mucho que el envite de Milán merezca otro tipo de preparación previa, con los tiempos tan medidos como estuvieron -pese al ligero retraso-, a uno no se le ocurre mejor reconstituyente para recuperarse física y mentalmente que el darse un baño de multitudes como el que se dieron ayer.
El club tuvo que dar un giro de 180 grados e improvisar. El autobús en el que los jugadores llegaron a la Virgen Blanca así lo mostraba, ya que, en un principio, la idea inicial era la de evitar celebraciones y centrarse en el partido de mañana ante Armani Jeans, clave para poder entrar en los cruces de cuartos de final en una buena posición. Sin embargo, las llamadas recibidas solicitando el ya cada vez más habitual recibimiento -en plena campaña electoral nadie quiso perder la opción de sacarse la foto con un equipo campeón- hicieron que Josean Kerejeta y Dusko Ivanovic, en plena cena, reconsiderasen su primera decisión y, pasada la medianoche, accedieron a agradecer al público el apoyo recibido en Madrid, donde la afición demostró ser también merecedora de algún tipo de reconocimiento.
Eso sí, en lo que el montenegrino fue inflexible fue en el entrenamiento, ya que ni siquiera la sexta Copa del club en su historia les sirvió para librarse de dos horas de dura sesión, previas al caluroso homenaje improvisado.
Y es que, aunque después de toda la tensión acumulada en cuatro días frenéticos, lo último que te apetezca debe ser volver a madrugar para coger un avión que te lleve a otra cancha con exigencia máxima, el instalarse en la élite trae consigo una serie de exigencias que el Baskonia está encantado de afrontar.
Porque el Tau parece haber aprendido por fin a ganar, y así lo demuestra el dato de que, desde que perdió la pasada Copa en Gasteiz ante el Joventut, el equipo ha encadenado tres títulos -ACB, Supercopa y Copa-, firmando 40 victorias por sólo 9 derrotas, es decir, más de un 80% de triunfos.
Con el guión de siempre
Aunque el acto no estuviera previsto, organizar el recibimiento de ayer no le costó demasiado a la entidad presidida por un Josean Kerejeta que declaró estar sorprendido por la cantidad de aficionados -15.000 según los datos de la Policía Municipal- que se juntaron en la Plaza de la Virgen Blanca.
Son ya muchos los eventos similares que han venido organizando desde que el club comenzó a adquirir en la Copa de Granada de 1995 esta sana costumbre de tener títulos que ofrecer a su afición.
De esta manera, no hubo más que seguir un guión que, casi todos menos excepto los nuevos San Emeterio e Ilievski, conocen de etapas anteriores. Con 15 minutos de retraso, la plantilla azulgrana accedió a la balconada de San Antón, donde recibió el aurresku de honor bailado por un dantzari que tuvo que hacer grandes esfuerzos para no quedarse tieso en la fría noche gasteiztarra.
Afortunadamente, la experiencia también sirve en este sentido para ir puliendo errores y, al margen de los esfuerzos de los jugadores por realizar sus pinitos en euskara, el encargado de conducir el evento también utilizó la lengua nacional durante sus alocuciones.
Tras las fotos con las autoridades y la ofrenda floral del capitán Sergi Vidal a la patrona de la ciudad, los jugadores levantaron la Copa hacia la multitud y luego fueron pasando por el micrófono por parejas. El MVP Teletovic y el novato San Emeterio abrieron los discursos pero, sin duda, uno de los momentos estelares llegó de la mano de los Prigioni, Pablo y su hija Alexandra, que osaron a cantar a dúo el «Ikusi mendizaleak» que se ha convertido en uno de los himnos de Zurbano y que retumbó con fuerza en Madrid. Al margen del show de McDonald y de un Mickeal que compareció solo -igual que en la prórroga-, ver sonreír de nuevo a un aclamado Splitter fue el otro momento reconstituyente para volver al mismo lugar en mayo.