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Elecciones del 1 de marzo

Un partido ansioso, entre sus losas del pasado y un presente poco halagüeño

Dos veces ha habido realmente posibilidades de que el PNV perdiera Ajuria Enea y las dos le han pillado al PP con el pie cambiado. En 1986, tras la escisión de EA, la derecha española era todavía residual en el Parlamento de Gasteiz. Y ahora, cuando los astros vuelven a una confluencia histórica, al PP le pilla desorientado y con un candidato en prácticas.

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Iñaki IRIONDO

Con Aznar en el Gobierno español y Mayor Oreja de candidato, el PP sabía a qué jugaba en la CAV y lideraba además el bloque unionista. Con Zapatero en La Moncloa, Rajoy acompañado de Acebes y Zaplana, y con María San Gil de candidata, el PP seguía sabiendo a qué jugaba, aunque se viera superado por el PSE. Ahora, con Rajoy enredado dentro del partido entre espías, corruptelas y quienes intentan moverle la silla y con Antonio Basagoiti de candidato, el PP no acierta a definir un discurso nítido. Lo mismo promete apoyar a Patxi López para desalojar a Ibarretxe, lo que coloca al candidato del PSE como referente unionista, que lo acusa de estar vendido al PNV, lo que supone una contradicción con esa promesa de apoyo gratis.

Aunque sus apoyos mediáticos lo definen como un hombre templado y tranquilo, Antonio Basagoiti da constantes muestras de ansiedad. No se relaja ni en los programas de humor ni cuando las entrevistas tratan de ir por caminos no estrictamente políticos. Para él todos los ríos son el Pisuerga camino de Valladolid: «Voy a ganar, soy el mejor». Es un candidato novato y todavía ni siquiera ha encontrado el gesto y el tono adecuado para sus discursos. Se le dibuja en la cara la mueca de una especie de sonrisa inacabada con la que no se sabe si lo que dice pretende ser gracioso, irónico, sarcástico o tal vez hasta fallidamente contundente. Y sus palabras, demasiadas veces, muestran una suficiencia impostada, mucho más cercana a la chulería madrileña que a la fanfarronada bilbaina.

No debe ser fácil sustituir a María San Gil y menos aún si la decisión de marcharse la toma de la noche a la mañana y entre críticas al presidente del partido. El futuro lo dirá, pero da la impresión de que sabedores de la dificultad del empeño y de los malos tiempos que se dibujaban en el horizonte, algunos dirigentes mejor colocados para presidir el partido u optar a Lehendakaritza -Alfonso Alonso, Leopoldo Barreda...- dejaron pasar turno para que fuera otro quien se la pegara.

Deben pensar que los ciclos del PP en la CAV pueden ir parejos a los que viva el partido en el Estado español, y que ya llegarán tiempos mejores cuando algún día vuelvan a La Moncloa.

Pero, hoy por hoy, las encuestas les dan a la baja y Patxi López parece dispuesto a aceptar sus votos en la investidura pero ha dejado claro que no los quiere como socios en el Gobierno. Y, encima, surge UPyD, minúsculo, pero comiéndoles parte del discurso. El presente, visto está, no se presenta halagüeño, aunque Basagoiti insiste: «Soy el mejor, voy a ganar».

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