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Las caras de la política de vivienda

Elkartzen ofreció ayer en Gasteiz, a través de los testimonios de personas afectadas, un meridiano ejemplo de cómo no se debe gestionar desde la administración pública el derecho de todos los ciudadanos y ciudadanas a una vivienda. La iniciativa de la citada plataforma acertó al poner caras y voces a un problema que afecta a miles de personas, pero que políticos y gestores tienden a convertir en algo calculadamente impersonal. La política de vivienda es uno de los principales vértices del poliedro electoral, y como tal concentra unas promesas tan llamativas como limitadas que, además, se diluyen después bien en el olvido, bien en un desarrollo administrativo oscuro y complicado hasta rayar lo trapacero.

Gorka tiene 27 años, pidió las ayudas al alquiler de vivienda que ofrece la Consejería que dirige Javier Madrazo y, tras obtenerla, en un año sólo ha cobrado cinco meses. El resto se han perdido en la intrincada burocracia que rodea esta fórmula. Ailande también cuenta 27 años, y ha tenido un poco más de suerte, ha ingresado la ayuda correspondiente a seis meses y medio. Arantza, a sus 29 años, no ha tenido siquiera la «suerte» de sus compañeros y ha visto rechazada su solicitud, sin que ni siquiera haya tenido opción de presentar un recurso. Estos casos son sólo una muestra, pero se acerca bastante a la realidad que padecen quienes se acercan a las oficinas del Departamento de Vivienda de Lakua con la ilusión de comenzar una nueva vida y se encuentran con la terca realidad que describen Gorka, Ailande y Arantza.

En realidad, el defecto es de origen, puesto que las actuaciones públicas se quedan en la piel del problema, aplicando tiritas donde hace falta una intervención quirúrgica de alta precisión que acabe con el elevado parque de viviendas vacías (más de 255.000 en Euskal Herria), que limite el precio de unos alquileres que se han disparado hasta una media de 900 euros mensuales y que potencie realmente un parque de viviendas en alquiler. Ocurre que, hoy por hoy, los cirujanos prefieren alargar la enfermedad porque cobran por horas.

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