Las encuestas publicadas el pasado fin de semana se inclinan mayoritariamente por la reedición del bipartito, excepto las publicadas por «Abc» y el diario ourensano «La Región», que apunta a la mayoría absoluta del PP. Sin embargo, tanto en unas como en otras, la diferencia de una opción respecto a la otra es mínima, entrando incluso dentro del margen de error técnico del sondeo. Por tanto, se puede decir que las encuestas no han servido para aclarar quién puede ser el vencedor en las elecciones gallegas.

En cualquier caso, esta situación no es novedosa puesto que en las elecciones de junio de 2005, el bipartito PSOE-BNG sólo logró un diputado más que el PP. La formación de Manuel Fraga obtuvo 37 escaños, la de Emilio Pérez Touriño 25 y la de Anxo Quintana 13. Todo ello después de una campaña en la que todavía estaba fresca en la memoria la negligente gestión tras el naufragio del Prestige y con un Manuel Fraga con 83 años al frente de un PP que prefería mantener al viejo dinosaurio antes que abrir una pugna por la sucesión del partido. Aun y todo, el PSOE y el BNG sólo se impusieron por un puñado de votos.

La situación vuelve a repetirse cuatro años después, con un escenario en el que cualquier suceso, por nimio que sea, puede inclinar la balanza hacia un lado o el otro.

Sin embargo, el hecho de haber gestionado la Xunta esta legislatura hace que el binomio PSOE-BNG tenga el viento más a su favor que el PP. En estos cuatro años, no ha habido ninguna crisis importante en la gestión del Gobierno presidido por Emilio Pérez Touriño. Es cierto que ha habido críticas a su gestión en cuestiones como la regasificadora de Reganosa en la ría de Ferrol, pero el bipartito ha sido capaz de hacerles frente sin padecer un desgaste excesivo.

Por primera vez en la historia gallega, el PSOE, con el sostén del BNG, ha sido capaz de permanecer en el Gobierno toda una legislatura, de principio a fin. El anterior precedente fue el del Gobierno de Fernando González Laxe, que accedió a la Presidencia tras una moción de censura año y medio después de las elecciones en las que se impuso el candidato de la entonces llamada Coalición Popular, Xerardo González Albor.

El Gobierno de Fernández Laxe, sin embargo, se caracterizó por la inestabilidad. Aquel Ejecutivo dependía del apoyo de Coalición Galega y el Partido Nacionalista Galego, dos formaciones nacionalistas de centroderecha. La experiencia no cuajó y en 1990, llegó Fraga y logró la mayoría absoluta que mantuvo hasta 2005.

El PSOE gallego de 2009 no es el de 1990. Actualmente, gobierna en la Xunta de Galicia y cuenta con varios ministros en el Gobierno español. Los analistas destacan que el nombramiento de Francisco Caamaño como ministro español de Justicia en sustitución de Mariano Fernández Bermejo puede servir de impulso de última hora a la candidatura de Pérez Touriño. Tampoco hay que olvidar que el número dos del PSOE federal, José Blanco, es gallego, lo que se considera una muestra de la pujanza que la delegación gallega tiene actualmente en Ferraz.

El PP, en cambio, aparece bastante más debilitado que en 2005. Su candidato, Alberto Núñez Feijóo, no tiene el carisma de Manuel Fraga, que tras toda una trayectoria como ministro franquista, líder indiscutible de la derecha española tras la denominada Transición y una corta temporada en el exilio dorado de Estrasburgo como europarlamentario, fue capaz de mantener el control de la Xunta durante quince años. Para ello, tejió una red que puede ser calificada como caciquil para controlar personalmente todos los resortes de la política gallega.

El PP, tras su paso a la oposición, ha perdido ese control. Y el carisma de Feijóo es mucho menor que el de Fraga para el electorado de derecha en Galiza.

Junto a ello, aunque parezca mentira, se ha escorado más a la derecha que cuando estaba dirigido por el ex ministro franquista en aspectos como el de la normalización lingüística. La aparición de plataformas españolistas como Galicia Bilingüe, que defiende la tesis de que el castellano está siendo discriminado frente al castellano, y de la candidatura de UPyD defendiendo esta tesis ha hecho que el PP se haya escorado a la derecha para evitar una fuga de votos.

Paradójicamente, el PP de Núñez Feijóo está criticando una política lingüística que, aunque en esta legislatura haya sido gestionada por PSOE-BNG, fue instaurada durante el mandato de Manuel Fraga. Esta política se caracteriza por garantizar la presencia del gallego en ciertos ámbitos de la Administración, pero despojando a la lengua de cualquier connotación de reivindicación nacional. El hecho de denunciar que el castellano está discriminado en un país en el que el 99% de la población es capaz de entender el gallego y más del 90% es capaz de hablarlo ha provocado que el PP se haya colocado en posiciones pertenecientes a la ultraderecha españolista. Aunque desde Euskal Herria sea difícil entenderlo, sociológicamente, en el electorado del PP hay sectores que defienden una especie de regionalismo gallego que no ven con buenos ojos estas posiciones ultramontanas. Es decir, lo que el PP puede ganar por la derecha frente a UPyD lo puede perder por el centro.

El Parlamento gallego establece un tope mínimo del 5% de los votos en cada provincia para acceder al reparto de escaños. Así, los diputados serán sólo para PP, PSOE y BNG. Sería una sorpresa mayúscula que UPyD logre algo -le dan un 3% en A Coruña-. Terra Galega -nacionalismo de derecha- andaría en parámetros similares.

Las formaciones de la izquierda inpedendentista FPG y Nós-UP se encuentran lejos de poder acceder a un escaño, al igual que Esquerda Unida (EU).