«Nuestro futuro como especie lo determinará la biotecnología que queramos aplicarnos»
BIÓLOGO DEL CENTRO DE BIOLOGÍA MOLECULAR DEL CSIC
Ginés Morata (Almería, 1945) es actualmente investigador del Centro de Biología Molecular del CSIC. Ha recibido numerosos galardones, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias de 2007. Es especialista en genética del desarrollo y ha estado en la UPV-EHU invitado por la Asociación de Biología Bionatur.
Joseba VIVANCO |
Si las lagartijas son capaces de regenar un órgano como es su cola, ¿por qué los seres humanos no podrían lograr que un brazo perdido en un accidente de tráfico creciera de nuevo? A lo mejor a la mayoría de la gente le suene a ciencia ficción, pero no a todos. Al biólogo Ginés Morata le parece algo totalmente factible, aun cuando no esté a la vuelta de la esquina. Pero si somos capaces de modificar genéticamente una mosca o un gusano, cuyo diseño genético tiene mucha similitud con el nuestro, ¿por qué no lograr rediseñar el cuerpo humano?
Este prestigioso y galardonado biólogo andaluz ha participado hace unos días en el ciclo ``Evolución, genes y adaptación'', que cada miércoles recuerda en la Facultad de Ciencias y Tecnología de la UPV-EHU en Leioa, que estamos en el 150 aniversario de ``El origen de la especies'' de Darwin.
Esta semana le tocó el turno a alguien que ha consagrado más de treinta años de carrera investigadora al estudio de la Drosophila Melanogaster, más conocida como la mosca del vinagre. Que un 60% de su DNI genético sea igual al nuestro la hace muy apetecible para tratar de buscar soluciones a muchas interrogantes del cuerpo humano.
Se calcula que hoy existen 50 millones de especies animales y se sabe que todas ellas vienen -o , mejor dicho, venimos- de un tronco común, por mucho que más de la mitad de los estadounidenses sigan desoyendo la teoría darwinista. Fue hace unos 540 millones de años, conla explosión de vida del periodo Cámbrico, cuando surgió la complejidad genética que hace que estemos aquí y que, sobre todo, seamos como somos.
Y somos muy similares, al menos en nuestra identidad genética. Si la de los humanos es igual que la de la mosca en un 60%, también lo es en un 50% la del gusano. Similitudes tan increíbles como que el origen por el cual aparicieron los ojos en los seres vivos es el mismo en una persona o un pulpo. «El ser humano tiene un gen que puede llegar a hacer crecer alas a una mosca si se le incluye a ésta. O el gen de los ojos de un ratón es capaz de generar ojos en una mosca», detalló.
«Hay muchos aspectos de la biología genética que se pueden estudiar a través de las moscas o los gusanos, como el alzheimer», expuso Morata. «Baste decir que un 70% de los genes involucrados en enfermedades humanas están presentes en la mosca del vinagre», aportó.
Lo cierto es que la evolución biológica, como apunta el propio investigador, será recordada dentro de miles de años como la que «cambió la especie humana». Tanto que Morata no duda en aseverar que «el hombre tecnológico se ha hecho independiente de la evolución biológica que lo ha creado».
¿Qué quiere decir? «Que el futuro biológico del ser humano está condicionado por la tecnología que quiera aplicarse él mismo. Somos el resultado de una evolución natural, darwianiana, pero en adelante dominaremos esos resultados evolutivos con la manipulación genética», profundiza. Si modificamos genéticamente animales y plantas, el humano genéticamente modificado es cuestión de tiempo.
«Algún día podremos modificarnos a nosotros mismos. Que no quiero decir que se deba hacer, sino que esa tecnología existirá», apunta. Y él, admite, sueña con morir y despertar dentro de diez mil años y ver «cuál será el aspecto de nuestra especie, seguramente diferente al actual».
Regenerar parte de nuestro cuerpo dañado, alargar hasta quién sabe dónde nuestra edad, curar enfermedades... Quién sabe, incluso `fabricar' hombres rubios, de 1,90 y ojos azules. «El progreso se puede usar para fines benéficos o peligrosos, ahí están la energía atómica o la dinamita. La revolución biológica requiere también una revolución por parte de la sociedad. El riesgo en el progreso siempre existe, pero los científicos ponemos nuestras investigaciones y es la sociedad la que decide qué hacer con ellas», responde.
«¿Creernos Dios? Sólo queremos conocer lo más profundo de la naturaleza humana. Si eso es jugar a dioses...», concluye Ginés Morata.