Maite Ubiria Kazetaria
Balladur propone un decorado que oculta el paisaje real
El comit� de sabios ideado por Sarkozy ha puesto sobre la mesa una propuesta para relookar la Rep�blica, a fin de que, disimul�ndole unas cuentas arrugas, �sta recupere una improbable lozan�a.
La eficacia es la consigna preferida de un presidente que, seg�n opinan sus s�bditos en las encuestas, carece de pericia para sacar al pa�s del atolladero en que le ha metido esa �lite econ�mica para la que �l gobierna.
La idea es elaborar un milhojas institucional m�s ligero pero, sin revelar la receta final, hoy se anuncian s�lo ciertos cambios que, a corto plazo, no provoquen demasiada indigesti�n.
En plena erosi�n sarkozysta a los principios de igualdad y solidaridad, y con el primer mandamiento republicano, el de la libertad, fichado como peligroso para la seguridad del Estado, Balladur esboza un retoque de decorado, sin estridencias, pero dejando claras las intenciones.
El cambio del mapa impositivo que sirve de anexo a la propuesta de reforma territorial promete provocar, en estos tiempos de agujeros en los bolsillos, alg�n que otro terremoto en la base del edificio.
Los municipios y los departamentos ver�n cmo se desgasta suavemente su contorno. El vaciado progresivo de competencias y el recorte de la autoridad recaudadora har�n el resto. Pero eso s�, a unos a�os vista, con plazo suficiente para arbitrar acomodos a la clase pol�tica.
Grandes espacios intercomunales, poderosas regiones, macrociudades devoradoras de recursos... El decorado cambia, entre proyectos de infraestructuras y ejes de conexi�n que diluyen nuestro horizonte natural y nos tratan de imponer referencias cocinadas en el laboratorio de la alta administraci�n.
Los padres de la inmutabilidad estatal inventan sofisticadas pantallas, pero la cartograf�a real, la que se entreteje de sentimientos de pertenencia, debe hacerse ver en el mapa que se esboza a escala europea.
Por eso, en las lejanas playas de �ultramar� y en tierras m�s cercanas, de Breta�a a Euskal Herria y de Corsica a Alsacia, se perfilan con nitidez los mapas humanos de los supervivientes de la pol�tica negacionista. Y su voz se empasta hoy con naturalidad en el grito social que recorre el Hex�gono... mientras en la Corte juegan a los castillos.