CRÍTICA cine
«El luchador» Drama crepuscular
Mikel INSAUSTI
Creía que sobre la figura del perdedor ya estaba todo dicho, pero un cineasta tan perspicaz como Darren Aronofsky ha sabido ver aspectos del fracaso personal y social que a la mayoría se nos escapan, seguramente porque nos movemos en una franja de anodina normalidad que no nos permite saber ni lo que es el éxito, ni tampoco lo que es tocar fondo. Empezaré por el final, ya que «El luchador» ofrece un cierre abierto de una honestidad ejemplar, al dejar que el espectador saque sus propias conclusiones. Nunca antes el fundido a negro había sido utilizado con tanta coherencia, puesto que una vida como la de este profesional de la lucha venido a menos sólo podía acabar con un último gesto de teatralidad y fatalismo asumidos, dentro de un show que debe continuar, caiga quien caiga. Es como cuando en «El crepúsculo de los dioses» Gloria Swanson baja las escaleras y, motivada por la presencia de la prensa gráfica y los reporteros de sucesos, cree volver a desfilar por la alfombra roja ante sus admiradores. Esa perspectiva ya no es subjetiva para Darren Aronofsky, que emplea el estilo de cámara al hombro documental para seguir a su personaje por detrás, estableciendo un revelador paralelismo entre el paseíllo que el protagonista realiza al encaminarse hacia el ring y el que le conduce por la trastienda del supermercado hasta llegar a su puesto de charcutero.
La violenta escena de la charcutería merece un comentario aparte. Es de un simbolismo arrollador y se presta a muchas lecturas, todas ellas relacionadas con las consecuencias sangrientas que conlleva una actitud de resistencia activa frente a la represión y la pérdida de libertad, en este caso dentro de un marco laboral. La reflexión clave pasa por la propia naturaleza indómita que representa Mickey «te mereces el Oscar» Rourke, como alguien que sigue siendo un luchador fuera de los cuadriláteros las veinticuatro horas del día, haga el trabajo que haga.
No es el caso de su amiga la «stripper», que baila para los clientes de un local nocturno en cuanto madre soltera que ha de sacar a su hijo adelante, pero que al terminar su turno es otra mujer capaz de mantener un hogar, algo en lo que nuestro luchador da la batalla definitivamente por perdida. Marisa Tomei hace una caracterización valiente como pocas, con una interpretación todavía más física si cabe que la de su partenaire. El momento compartido por Rourke y Tomei que más me gusta es cuando van a un local de ropa «vintage», porque ella va a ayudarle a elegir un regalo para la hija a la que abandonó y a la que trata en vano de acercarse. Hay modelos de todas las tribus urbanas habidas y por haber, pero él no conoce nada fuera de su mundo de la lucha. Es un tipo solitario y monotemático, que se ha quedado totalmente desfasado, sin querer dejar atrás los años 80 en los que triunfó. Ahí Aronofsky se muestra implacable, e incluso se permite caricaturizar la dolorosa huella del paso del tiempo. Las firmas de autógrafos, por ejemplo, no pueden ser más decadentes, pues todavía intenta vender sus viejos vídeos en VHS a los pocos fans que se acercan a su puesto.
En ese punto la anclada personalidad de este superviviente del pasado entronca con la sociedad norteamericana en su conjunto, alimentada de los recuerdos de los tiempos de expansión económica y esplendor mundanal. La sincera canción de Bruce Springsteen así lo expresa en los títulos de crédito finales en forma de himno a los vencidos.
Título original: `The Wrestler'.
Dirección: Darren Aronofsky.
Guión: Robert D. Siegel.
Intérpretes: Mickey Rourke, Marisa Tomei.
País: EEUU, 2008.
Duración: 109 m.
Género: Drama existencial.