Han transcurrido exactamente 101 años desde que las trabajadoras de la textil Cotton de Nueva York se encerraran reivindicando mejores condiciones laborales. Su demanda era tan simple como que les redujeran la jornada a diez horas al día; reivindicación que acarreó el asesinato de 129 mujeres, después de que los propietarios de la empresa, lejos de escuchar sus peticiones, optasen por prender fuego al edificio en el que trabajaban.

Este domingo se cumplirá más de un siglo desde aquel día que, siete décadas más tarde, en 1975, dio lugar al Día Internacional de la Mujer.

Los medios de comunicación nos bombardearán con entrevistas donde los hombres asegurarán que ese día harán ellos la comida; Emakunde dará a conocer, a modo de estadística, los grandes logros de la mujer; e instituciones y partidos políticos se vestirán de morado detrás de una pancarta que reclame igualdad. Pero el lunes, volveremos a la cruda realidad.

Crisis. Esa es la palabra del año. Nos persigue en titulares y está presente en todas las conversaciones. Pero, ¿es nueva para nosotras? Nuestros derechos eternamente han estado y están en crisis. Y, el lunes, lo seguirán estando.

María Puy Pérez continuará desaparecida y en el olvido de las instituciones, y tendrá que esperar a que la labor solidaria de cientos de ciudadanos den con ella. Las mujeres seguirán siendo penalizadas por un derecho tan básico como el aborto y, en el ámbito laboral, esta novedosa crisis deteriorará aún más la histórica situación de vulneración que sufre la mujer. Y si por la labor de las instituciones fuese, pasarían así 101 años más.

Este domingo, por tanto, no tenemos motivo para la alegría pero sí para la reivindicación. El 8 de marzo debe ser el punto de partida hacia un futuro justo e igualitario; un camino que las mujeres debemos recorrer conquistando todos y cada de uno de nuestros derechos y construyendo una nueva sociedad en la que estos derechos no vuelvan a estar en crisis.