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Joseba Fernández Coordinadora Antimilitarista Kakitzat

El militarismo tiene miles de caras

Las reivindicaciones antimilitaristas siguen haciendo daño, siguen molestando vivamente a los guardianes del pensamiento único y nos reafirman en la continuidad de nuestra lucha

Ya han quedado atrás los días en que hemos celebrado el 20 aniversario de la primera presentación de  insumisos al Ejército español. Durante esos días se ha escrito y hablado muchísimo en diferentes medios de comunicación, en gran parte recordándola con nostalgia, como algo bonito, divertido...

Pero desde la Coordinadora Antimilitarista Kakitzat este aniversario no ha querido ser más que una excusa para seguir reivindicando nuestra lucha por la desmilitarización.

Nosotros y nosotras nacimos en un momento concreto en el cual la lucha contra el servicio militar obligatorio centró parte de nuestro trabajo, y en ello nos centramos hasta conseguir su desaparición.

Lograrlo no fue fácil, necesitó mucho esfuerzo. Movilizaciones, encierros, encadenamientos y acciones festivo-reivindicativas entre otras, que en muchas ocasiones fueron reprimidas brutalmente por todos los cuerpos policiales y militares. Por ello cientos de jóvenes fueron encarcelados y algunos lo pagaron incluso con su vida, como Unai Salanueva (Iruñea) y Kike Mur (Zaragoza).

A pesar de todo ello, y gracias al apoyo social, el número de insumisos fue creciendo, obligando al Estado a retirar la «mili».

Así, en enero de 2002 se dio fin al servicio militar obligatorio y se apostó por la profesionalización. Pero, como dijimos en su día, «ni obligatorio ni mercenario».

Durante estos últimos años el Ejército no ha conseguido el número de efectivos que desea, a pesar de aumentar el sueldo, bajar el coeficiente mental (si es que es posible), reclutar a inmigrantes necesitados de papeles, etcétera.

En parte se lo debemos a la lucha antimilitarista que sigue viva. Constantemente estamos denunciando la fabricación en Euskal Herria de armamento, en gran parte subvencionado por el Gobierno vascongado, que después se utiliza para arrasar pueblos y asesinar a personas en otros países (Irak, Palestina...), pidiendo el cierre de instalaciones militares (Bardenas, Soietxes-Mungia, Araka...) y luchando por una sociedad más justa y libre.

Sin embargo, por desgracia, el militarismo sigue muy presente en nuestra sociedad, y hoy como hace 20 años tiene muchas caras. Una de ellas la hemos vuelto a padecer este fin de semana: desde hace algunos años en Kakitzat venimos aprovechando los paneles que el Ayuntamiento de Bilbo coloca durante la campaña electoral (donde los partidos políticos pegan su propaganda) para, una vez finalizada la misma, colocar murales antimilitaristas que hemos preparado de antemano. Estos vistosos murales son una manera más de sacar nuestras reivindicaciones a la calle, y su media de vida corresponde al tiempo que los operarios municipales tardan en volver a desmontar los murales una vez acabados los comicios. A nadie normal y con un espíritu mínimamente libre debería molestar el hecho de que unos paneles diseñados para poner propaganda pudieran seguir haciendo ese servicio una vez que sus usuarios iniciales no los necesitan. Y más teniendo en cuenta la práctica inexistencia de lugares «legales» donde expresarse mediante carteles y murales (desde aquí invitamos a los partidos políticos a que utilicen únicamente esos «lugares habilitados» -graciosamente- por el Ayuntamiento para que todo el resto de organismos sociales nos expresemos «libremente»). Encontrar alguno de esos «lugares habilitados» es todo un reto, y es que si cuando se instalaron esos «tubos» y paneles eran absolutamente insuficientes, ahora son directamente inexistentes y van desapareciendo «mágicamente» cada vez que se arregla una acera. Pero, al fin y al cabo, nos da igual, porque la calle es de todos y todas y seguiremos expresándonos en ella con o sin «espacios habilitados», que para eso está.

Pero volvamos a lo que queríamos denunciar: este fin de semana, tras finalizar la campaña electoral, nos disponíamos a volver a aprovechar estos paneles electorales para colocar nuestros murales. En otras ocasiones ya habíamos encontrado algún obstáculo con algún policía celoso que nos ponía pegas, pero sin mayores contratiempos. Sin embargo, este año el acoso ha sido mayúsculo: identificaciones, amenazas, cacheos contra la pared, destrucción de nuestros murales e incluso el forzarnos bajo amenazas a arrancarlos nosotras y nosotros mismos, robo de material (carteles, cubos, escobas...) por parte de ertzainas uniformados y de paisano -incluso por guardia civiles- fueron una constante.

Mientras algunos intentan maquillarlo y otros no lo quieren ver, vivimos en un estado policial vigilado por policías de todos los colores, guardas de «su» seguridad, cámaras, escuchas ilegales, etcétera.

Todo ello nos demuestra que las reivindicaciones antimilitaristas siguen haciendo daño, siguen molestando vivamente a los guardianes del pensamiento único y nos reafirman en la continuidad de nuestra lucha.

Hemos de decirles bien alto que no nos van a parar, pues aunque ellos y ellas tengan la razón de la fuerza, nosotros y nosotras tenemos la fuerza de la razón.

Hace 20 años les gritábamos: «no hay prisión que pare la insumisión» y hoy les decimos que «no hay represión que pare la lucha por la desmilitarización».

Lortu genuen, lor dezakegu. Ez gaituzue geldituko!

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