El centro de arte contemporáneo de Uharte en peligro
Oscuros proyectos que requieren de aclarado
Las expectativas creadas en torno al Centro de Arte Contemporáneo de Uharte han caído estrepitosamente y ni las casualidades de la vida han sido capaces de cumplir mínimamente aquellas gloriosas predicciones lanzadas durante su creación. Este espacio artístico permanece cerrado al público desde enero, y su continuidad sigue todavía entre nubarrones que prometen descargar grandes chubascos.
Ariane KAMIO
Ni siquiera dos años ha mantenido abiertas sus puertas el Centro de Arte Contemporáneo de Uharte, un proyecto con aroma embriagador pero que, a su vez, se ha convertido en un cotizado recorrido difícil de transitar. En enero se clausuró la última exposición de este vanguardista espacio y, de momento, su continuidad depende de las conversaciones que se están llevando a cabo. El Gobierno de la localidad navarra, liderado por Javier Basterra (NaBai), está en negociaciones con el Gobierno navarro para encauzar la costosa gestión del centro, hasta ahora dirigido por el coleccionista Enrique Ordóñez-Falcó. Fue el anterior Gobierno municipal, sin embargo, el que convirtió lo que iba a ser la renovación de un viejo edificio en un ambicioso proyecto artístico imposible de afrontar únicamente por las arcas municipales. La creación de este «monstruo» inmobiliario surgió de la idea de ofrecer un escenario a los artistas locales, para ir aumentando poco a poco su dimensión. Artistas como Jabier Villarreal, José Urdin y Patxi Buldain son algunos de los nombres más destacados de la zona. Con la obra de este último, se planteó en un primer momento crear una fundación para construir un museo enlazado directamente con el municipio. El boom inmobiliario, no obstante, marcó un antes y un después en estos planteamientos, y el grupo municipal rector en aquella época ideó un nuevo plan estratégico que planteaba la posibilidad de crear un circuito museístico junto al museo Oteiza de Altzuza.
Aquel Gobierno municipal, encabezado por Josetxo Iriguibel y Amparo Miqueleiz (Grupo Independiente de Huarte), entre otros, y que contaba con total libertad para llevar adelante sus proyectos gracias al apartheid político al que fue sometido la izquierda abertzale, continuó agrandando una bola de nieve que cada vez alcanzaba mayores dimensiones y cuyo «estallido» no tardaría mucho en llegar. Lo que en un principio era un proyecto más modesto, se convirtió en un reto que alcanzaba un coste de 1.300 millones de las antiguas pesetas. El Gobierno de Nafarroa nunca mostró públicamente su adhesión al proyecto, pero los miembros del Ayuntamiento aseguraron que sí lo hizo en privado -aunque la ejecutiva liderada por Miguel Sanz no firmó ningún acuerdo- y siguieron adelante con la creación del centro.
A medida que se iban colocando los ladrillos del futuro Centro de Arte Contemporáneo, se creó una nueva fundación que decidió traspasar las competencias relativas a la gestión del edificio a una empresa privada. Para ello, se abrió un concurso público al que se presentaron varias empresas, aunque únicamente dos proyectos consiguieron llegar a la final. El primero fue el de Xabier Morrás, que planteaba la creación de un espacio bastante amplio, aunque apostaba por mantener firmes lazos de unión con el municipio. El segundo era el de Enrique Ordóñez-Falcó, quien defendió un proyecto que eclipsaría al propio Artium de Gasteiz y que se situaría al nivel del Guggenheim de Bilbo, para, decía, convertirse en un futuro referente artístico. Este coleccionista madrileño llegó a Uharte tras sus fallidas experiencias en la feria fotográfica DFoto, de Donostia, y su intento de hacerse con el centro de fotografía de lo que en un futuro se convertiría en el centro Tabakalera.
En la misma línea, también se crearon dos mesas asesoras, una económica y otra técnica. Según ha podido saber GARA, el primer proyecto fue considerado económicamente interesante y, el segundo, efectista en ocasiones, pero más difícil de afrontar. En cuanto al terreno cultural o técnico, se defendió que ambas propuestas eran interesantes, pero las presiones para que Ordóñez-Falcó y la fundación que lleva su nombre gestionase el proyecto terminaron por dar como vencedor al empresario.
En caída libre
Sin embargo, aquel goloso proyecto impulsado por el Gobierno municipal se tradujo, sin comerlo ni beberlo, en un gasto de 1,2 millones de euros al año a asumir por la nueva Corporación. Teniendo en cuenta que los gastos anuales del Consistorio alcanzaban una cifra de cinco millones de euros, más de una quinta parte de ellos caerían en manos de Enrique Ordóñez-Falcó para «gestionar» el centro. En la primavera de 2007 se llevó a cabo la preinauguración, pero fue en el mes de octubre del mismo año cuando se inauguraron las primeras exposiciones y, así, se abrieron las puertas al público en general. En aquella ocasión, el presidente del Gobierno navarro, Miguel Sanz, procuró pisar con pies de plomo y ha conseguido que su huella siga aún marcando el paso del camino a seguir. En declaraciones realizadas el día de la inauguración, dijo que el centro iba a ser «un gran ventanal abierto hacia el mundo, hacia el arte y hacia el futuro». Y así ha sido: aquella ventana se abrió, pero el alto coste por mantenerla abierta hizo que, poco a poco, tuviera que ir cerrándose.
La programación presentada en aquella primavera de 2007 hacía presagiar un brillante futuro para aquel proyecto, pero el brillo quedó deslucido por la realidad y el Ayuntamiento de Uharte se encontró con que tuvo y tiene que encargarse de «limpiar» el entuerto. El actual Gobierno municipal sabía que no podría hacer frente al millonario coste exigido por Ordóñez-Falcó y previamente pactado por los antiguos regidores, por lo que lo natural era entablar negociaciones con el Ejecutivo navarro para intentar solucionar el problema económico. El Gobierno de Sanz ya anunció que se haría cargo de la financiación de la dotación cultural pero todavía existen varios cabos sin atar. Esa situación condiciona la continuidad de este centro que, de momento, permanece cerrado a la espera de la presentación de una nueva programación. Con apenas dos años de vida, este «monstruo» parece que ha dejado de rugir, y aún no se sabe cuándo recobrará su afonía.
El 3 de mayo de 2007 está marcado como una fecha importante, o quizás limítrofe, en la existencia del Centro de Arte Contemporáneo de Uharte. En aquella ocasión, se presentó la primera y última hasta ahora programación que se ha preparado para que ocupasen las inmensas salas del edificio. Enrique Ordóñez quería convertir ese espacio «en un laboratorio aglomerante, con todo tipo de prácticas artísticas contemporáneas». «Queremos ser el escaparate de lo que pasa en el mundo del arte hoy», avanzó. Pero al empresario se le fue la mano con los experimentos, y el laboratorio se «incendió». El coleccionista quiso equiparar este proyecto con grandes museos como Artium y Guggenheim, y lo cierto es que este gran edificio situado en un pequeño municipio como Uharte no consiguió, ni por asomo, cumplir mínimamente aquellos deseos «contagiados» por el gerente del centro. Aunque ahora se encuentre en un momento de «impasse», quizás el próximo mes de abril vuelva a ser clave en su desarrollo y se presente una nueva programación.