La eliminación de la memoria histórica «made in Colonia»
La paz puede ser más traicionera que la guerra, porque promete una seguridad que no existe. Lo que no lograron los bombardeos aéreos de la Segunda Guerra Mundial, ni los 85 «terroristas islamistas» que andan sueltos por Alemania, según la Policía Federal, lo han conseguido, al parecer, las obras del metro.
Ingo NIEBEL
Tanto el millón de habitantes de la ciudad alemana de Colonia, situada a orillas del Rin, como los historiadores y archiveros que sabían que el Archivo Municipal de esta villa era considerado como uno de los más importantes al norte de los Alpes se tienen que enfrentar ahora a la eliminación de la memoria histórica por medios propios. El pasado martes, poco antes de las 14.00 h., a este templo del pasado se lo tragó la tierra convirtiendo al edificio de seis pisos y otras dos casas más en un montón de piedras.
36 horas después del desastre la Policía había reducido el número de desaparecidos a entre dos y cuatro personas. La incertidumbre no se debía a la falta de tecnología o de expertos; por el contrario, los bomberos de Colonia están a la altura que les exige su profesión, pero no pueden luchar contra los «pecados» cometidos por políticos, constructores y técnicos. Por el momento, sólo se sabía a ciencia cierta que se produjo un movimiento de tierra que, a su vez, hundió una estación de metro en construcción. Ayer continuaban estabilizando la zona cerrando con 1000 toneladas de cemento al agujero que se «comió» al archivo.
Imágenes dantescas
El vacío creó un cráter que, a su vez, se tragó el archivo y dos edificios colindantes. Pocos minutos antes del desastre los trabajadores avisaron al personal del archivo. También los visitantes se dieron cuenta de que sucedía algo, porque se escuchaban ruidos sospechosos en el edificio. Comenzaron a correr y se produjeron imágenes que un testigo describió de esta gráfica manera: «Ha sido como el 11-S». Otros reaccionaron rápidamente, como los profesores del instituto Friedrich Wilhelm que se enclava justo enfrente del archivo: «Gracias a que nuestra profesora nos llamó gritando para que entrásemos en el insti estamos vivos», narró una alumna.
La catástrofe, como todas otras, estaba anunciada. 24 horas después del desastre el Alcalde Mayor de Colonia, Fritz Schramma, reconoció que «hay que revisar si necesitamos esta línea de metro». Es el comentario de un político cristianodemócrata que se enfrenta a las elecciones municipales este año. Esta propuesta llega tarde, no sólo porque las obras han avanzado mucho, sino porque también los costes se han disparado de 600 a 900 millones de euros. Los vecinos de la zona llevaban mucho tiempo avisando a las autoridades de la grietas en sus casas y del agua que les entraba. El antiguo director del archivo, Eberhard Illner, denunció ante los medios que el 2008 había dado parte de los daños que se habían producido tanto en el interior como en el exterior del edificio. Por fuera se veía claramente cómo la fachada se inclinaba hacía la calle Severin, pero los técnicos del Ayuntamiento determinaron que no había peligro. Se equivocaron.
En la misma calle se ubica la iglesia San Juan Bautista. Cuando empezaron las obras saltó el alarma antirrobo del templo católico y la Policía detectó que la torre se inclinaba hacia la calle. Desde entonces, los vecinos del barrio de Severin, ya bastante molestos por las obras, temían por sus vidas.
En su día, los responsables excluían la posibilidad de que los desprendimientos de tierra tenían que ver la peculiaridad del terreno y del método de construcción empleado. Por un lado, el barrio de Severín es el más antiguo de Colonia, que fue fundada hace 2.000 años por los romanos. Desde entonces se edificó casa sobre casa, dejando un sinfín de bodegas no registradas en ningún catastro. A ello se unen los problemas con el agua que viene del cercano Rin que, a lo largo de los milenios, ha sido desviado de su recorrido natural. A pesar de todo, el Ayuntamiento autorizó que dos máquinas excavaran en el subsuelo, como topos, los túneles para el metro. Un proyecto que, por cierto, contó con un fuerte rechazo social. Ahora ningún partido político puede echar la culpa al otro o porque aprobaron el proyecto o porque sus representantes forman parte del consejo de administración de la compañía municipal de transporte, responsable de las obras.
El cráter de Colonia se tragó todo tipo de documentos. El más antiguo databa del año 922. Entre los más recientes, se halla el fondo del premio Nobel de Literatura Heinrich Böll. El daño material del edificio está valorado en 370 millones de euros; el de sus fondos, en 400 millones. El gobierno regional ha activado un plan de rescate para salvar los documentos dañados. Ha instalado aparatos especiales para congelar aquellos documentos que resultaron mojados. Paralelamente, la Oficina Federal de Protección Civil está revisando en su búnker millones de microfichas que cada archivo alemán ha hecho de sus fondos. En teoría, el archivo de Colonia tendría que haber sobrevivido; o por lo menos, quedar fotocopiado. En la práctica eso significa que los recortes del presupuesto no deberían haber afectado esta labor de conservación. Si se diera este extremo, Colonia podría haber sufrido otra pérdida de su memoria histórica.