El Athletic jugará la final más deseada: ningún equipo hubiera ganado ayer en San Mamés
Hay que mirar muy atrás en el calendario para encontrar un ambiente como el que ayer se vivió en San Mamés. El evento deportivo, los noventa minutos de semifinal de Copa contra el Sevilla, justificaba sólo en parte la fiebre de ilusión que recorrió, como hace 24 años, todo el sistema vascular de la afición rojiblanca. Se han vivido antes otras semifinales -contra el Betis hace cuatro años, sin ir más lejos-, pero ninguna con la intensidad que ayer hervía a borbotones y desbordaba las gradas de la Catedral para desparramarse por las calles de la capital vizcaina, por todos los rincones de la geografía vizcaina. Durante cuatro semanas, las que habían transcurrido desde la ida en el Sánchez Pizjuán, el deseo de revivir glorias pasadas pero muy presentes en la afición, y la estrategia del propio Caparrós jugándosela a una baza, lo habían dispuesto todo para que los de Kanouté se enfrentaran a once leones y más de 40.000 laringes acompasadas a la perfección en un sólo grito: ¡Athletic!
Ningún equipo hubiera podido ganar ayer en San Mamés. La arquitectura del sueño rojiblanca fue demasiado perfecta y cada pieza funcionó rozando lo sublime. Mestalla espera.