Sarkozy integra plenamente al Estado francés en la OTAN
Nicolas Sarkozy volvió a defender ayer la reintegración plena del Estado francés en la OTAN, con completa presencia en su estructura de mando militar, al considerar que lejos de poner en peligro su independencia, la fortalece. El presidente francés insistió en que «una nación solitaria es una nación que no tiene ninguna influencia». Los detractores del regreso pleno a la Alianza estiman que se trata de una decisión de gran calado que debilita la posición de París en el mundo.
GARA |
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, anunció ayer la reintegración plena del Estado francés en la OTAN, con su retorno al mando militar, como un paso necesario para hacer frente a unas condiciones de seguridad que han cambiado «radicalmente» y poner fin a su «exclusión voluntaria» del comando integrado de la Alianza, en aras del interés francés y europeo en un momento en el que ésta se dispone a revisar su papel y sus misiones.
«Francia ya no está amenazada por una invasión militar», las amenazas de hoy en día son muy diferentes, según el jefe del Estado galo, quien subrayó que «una nación solitaria es una nación que no tiene ninguna influencia».
En un discurso pronunciado en la Escuela Militar de París, Sarkozy defendió que el Estado francés debe estar «allí donde se elaboran las decisiones y las normas» y no «esperar a que se las notifiquen». El presidente de la República oficializa así el regreso de Francia a la estructura militar de la Alianza Atlántica, que el país abandonó en 1966 de la mano del general Charles de Gaulle.
El presidente francés aprovechó la ocasión para explicar su decisión de que el Estado francés vuelva a participar plenamente en el mando militar de la OTAN y para tratar de desmontar las críticas de quienes aseguran que eso implica pérdida de soberanía. Estas críticas proceden sobre todo de las filas de la oposición, pero también de algunos grupos «soberanistas» de su propio partido, el derechista UMP. Sarkozy intentó convencerles ayer asegurando que es precisamente el alejamiento del Estado francés de la OTAN el que limita su independencia.
«Ha llegado el momento de que Francia no se excluya de una organización en la que ya está participando», insistió, antes de reiterar que París conservará toda su libertad a la hora de tomar decisiones sobre el envío de sus tropas.
«Al concluir este largo proceso Francia será más fuerte, más influyente», añadió el jefe del Estado franés, partidario de acabar con la ilusión de que «metiendo la cabeza en la arena nos protegeremos de lo que sea».
La cuestión, que será sometida al voto de la Asamblea Nacional el próximo 17 de marzo y ratificada en la cumbre de la OTAN que se celebrará en Estrasburgo y Kehl (Alemania) el próximo 3 de abril, ha suscitado un debate sobre política exterior como no se vivía en el Estado francés desde hace tiempo y ha dividido profundamente a la clase política e incluso a las propias filas de la derecha.
Los defensores de que el Estado francés vuelva a ocupar todo su espacio en el seno de la Alianza Atlántica esgrimen que se trata de una evolución puramente técnica gestada desde hace años, pero los detractores hablan, al contrario, de una decisión política de gran calado que debilita la posición de París en el mundo.
No obstante, la opinión pública francesa parece estar de acuerdo con el regreso del país al comando integrado de la OTAN. Según un sondeo de IFOP-Paris Match que se publicará hoy, el 58% de los franceses se pronuncia a favor de volver a la estructura militar tras 43 años de ausencia. El apoyo es más claro en los simpatizantes de la derecha (el 76% lo apoya) que en los de la izquierda (52%) y centro (59%).
Desde el año 1995, miles de soldados franceses han combatido bajo la bandera de la Alianza Atlántica en las guerras de Bosnia-Herzegovina, Kosovo y Afganistán.
Sarkozy calificó de «mentiras» los análisis que aseguran que esta decisión representa un alineamiento con EEUU y una traición a las ideas del general De Gaulle, de las cuales se considera un heredero político.
El regreso del Estado francés al mando militar de la OTAN es el resultado de una larga evolución, tras el portazo del general De Gaulle de 1966. En los dos casos París habrá alegado la necesidad de ser una potencia capaz de influir en las decisiones del campo occidental dominado por EEUU, conservando la máxima libertad de acción.
Con su estatus de potencia ocupante de Alemania, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y su arsenal atómico, París creía posible tocar su propia partitura, aunque afianzada en el «mundo libre» ante el «peligro soviético».
Al término de la Guerra Fría, en 1990, era legítimo preguntarse por el sentido de la OTAN una vez desaparecido el Pacto de Varsovia y tras la reunificiación de Alemania y se contemplan tres opciones: la retirada completa, mantener su status quo o regresar a su estructura militar.
París vacila, pero poco tiempo. François Mitterrand dio un primer paso al aceptar participar en el debate sobre el empleo de las tropas de la OTAN. Y en los años 1990, la implicación es cada vez mayor en los Balcanes y Afganistán. Jacques Chirac decide entonces sentarse de nuevo en las reuniones de los ministros de Defensa y del comité militar de los jefes del Estado Mayor. Pero la primera tentativa de reintegración, en 1996, fracasa, aunque los movimientos de aproximación continúan y, desde 2004, la bandera francesa ondea, incluso, en el cuartel general de Mons. Ahora, París dice que ya que participa en las operaciones de la OTAN, es mejor, por coherencia y eficacia, participar en todas las etapas de su preparación.