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Omara Portuondo dice «gracias» y no adiós, porque siempre queda algo por vivir

Coqueta, con un moño morenísimo -y altísimo- y esa elegancia que permite contestar sólo a lo que una quiere, Omara Portuondo pasó ayer por Donostia para presentar el concierto de cierre de su gira internacional, que tendrá lugar el 4 de abril en el Kursaal. Un viaje en el que la gran dama de la música cubana recopila las canciones que le gustan y siempre ha cantado para decir «gracias» por sesenta años de carrera. Aunque no dice adiós. Ni se le ocurre.

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Amaia EREÑAGA | DONOSTIA

Es la reina cantando a media voz, como decía un crítico musical. También una mujer que a sus 79 años prefiere cantar antes que disertar, que se interesa por los nombres de los periodistas que tiene enfrente -hizo un repaso por todos los que asistían ayer a su rueda de prensa- y, descalza bajo la mesa, propone que se entone «Guantanamera». Sin éxito, por aquello de la timidez vasca. Una lástima. Omara Portuondo acudió ayer a la capital guipuzcoana para presentar el concierto que ofrecerá el 4 de abril en el Kursaal y con el que cerrará una intensa gira internacional que le lleva por gran parte de Europa, para, tras saltar al estado árabe de Bahrein -«en países donde no entienden la letra, sin embargo, ves cómo la música les emociona»- concluye en Donostia. La cita, a las 20.00 h. (entradas, entre los 10 y los 35 euros).

Con esta gira y el disco «Gracias» Omara Portuondo quiere celebrar sus sesenta años de carrera. Mujer de vida novelesca, reflejo casi de la historia de Cuba, es descendiente de un vasco que emigró a la isla caribeña y de una esclava, hija de una señorita de familia acomodada metidas en amores felices aunque no bien vistos con un jugador de beisbol negro, bailarina del Tropicana con 17 años -ahí se ganó el título de «novia del filin (por feeling)»- y con una carrera que la convirtió en una de las voces más importante de su país, en bandas como Las d'Aida o la Orquesta Aragón. Sin embargo, el proyecto Buena Vista Social Club, el disco de Ry Cooder y la película, dio a conocer al público internacional la riqueza de la música cubana y supuso un antes y un después para estos veteranos músicos. Nombres como Ibrahim Ferrer, Compay Segundo o la propia Omara Portuondo -la única mujer del grupo-, saltaron a los circuitos internacionales. «Dicen en Cuba que nosotros llegamos a lugares donde ellos no pueden llegar», apunta. Portuondo, por ejemplo, no deja de viajar, aunque ella vive «en La Habana, en mi Maleconcito lindo, con mi colchón viejo en el que están las marcas de mis huecos». ¿Jubilarse? Para qué, «si la música y el amor son muy importantes para vivir» responde.

Sus querencias

Entre sus últimos trabajos figuran «Buena Vista Social Club presents... Omara Portuondo» (2000) o «Flor de amor» (2003). Ahora, al cumplir sesenta años en la música, ha decidido darse el gusto y meterse en un estudio para grabar sus canciones preferidas. Considera que «ha llegado el momento de dar las gracias a todos», de agradecer que se ha sentido acompañada por músicos excelentes, al público y «a quien corresponda», paragrafeando la canción que le ha escrito el uruguayo Jorge Drexler, titulada precisamente «Gracias»: «Gracias, quiero agradecer a quien corresponda y a nosotros dos en premio a la audacia por entrar al mar por la parte más honda». De esta amalgama surge una mezcla en la que están presentes la Nueva Trova Cubana -canta «Rabo de Nube», de Silvio Rodríguez» y «Ámame como soy», a dúo con Pablo Milanés-, sus querencias hacia la bossa nova con «O que será» o canciones tradicionales como «Drume negrita». La que no está en este trabajo, pero que, adelantó, sí cantará en Donostia porque la canta siempre, es «Veinte años», un clásico suyo que aprendió de sus padres y que no falta en su repertorio.

Pero Omara Portuondo no dice adiós. Será porque no deja lugar para la tristeza, como dice «Lo que queda por vivir», la triste y romántica canción del cubano Alberto Vera, presente también en «Gracias»: «Lo que me queda por vivir será en sonrisas, porque el dolor yo de mi vida lo he borrado. / Lo que me queda por vivir será entre dicha, porque el sufrir que me tocaba lo he agotado. / Lo que me queda por vivir será en tus brazos, bajo la tibia sensación de tu mirada, / entre palabras que yo sé que ya se han dicho que tú al decirlas me parecen renovadas».

LA ISLA

«Vivo en La Habana, frente a mi lindo Maleconcito, con mi colchón viejo en el que están las marcas de mis huecos», explica. ¿El secreto de su voz? Nada especial, aunque es muy buena la fruta, dice. Frutas tropicales que enumera y que aquí no hay... sólo en Cuba, como su música.

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