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Indignación estéril por los bonus de AIG

En Estados Unidos afloran los primeros síntomas de que los efectos del bálsamo Obama para aliviar los devastadores efectos de la crisis económica sobre la población amenazan con desvanecerse. La elevada presión a la que están sometidas las familias, con hipotecas asfixiantes, endeudamientos insuperables y decreciente poder adquisitivo, alimenta un malestar generalizado difícil de contener y extremadamente sensible a las noticias que generan los ámbitos económico y financiero.

La última de estas noticias es que AIG, la gran compañía aseguradora norteamericana que en los momentos más graves del inicio de la crisis se libró in extremis de la bancarrota gracias a la masiva inyección de capital público, ha decido repartir entre sus altos directivos bonus por valor de 165 millones de dólares. Así, mientras el frío de la crisis se cuela sin remedio en sus casas, los norteamericanos ven cómo quienes llevaron a la situación de quiebra a la aseguradora llenan sus bolsillos de dólares puestos a escote. Y para evitar que la temperatura siga subiendo, Obama sale a la palestra para calificar a AIG de «temeraria y codiciosa», a la vez que ordena al secretario del Tesoro que procure impedir los pa- gos, y a la Fiscalía del Estado de Nueva York que investigue el asunto. Pose fingida o no, todo indica que el enfado de Obama se quedará en agua de borrajas, puesto que, aunque inmorales, las bonificaciones son legales.

La crisis acosa sin tregua a Obama, hace descender su popularidad y lo coloca a la defensiva cuando aún no han terminado de pintarle el despacho oval. La CNN ha hecho pública una encuesta según la cual el 45% de los norteamericanos considera probable que EEUU viva otra Gran Depresión como la de los 30. Y de nuevo, la Administración Obama ha respondido de forma inmediata con la comparecencia del presidente de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, en otra cadena, la CBS, situando el comienzo de la recuperación en 2010. Era la primera comparecencia de un presidente de la Fed en la televisión en veinte años. Suena a embuste para ganar tiempo.

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