Josef Fritzl, de 73 años, escuchó ayer a cara descubierta el veredicto del jurado popular de la Audiencia Provincial de Sankt Polen, al oeste de Viena, que lo condenó a cadena perpetua por haber encerrado y violado sistemáticamente a su hija durante 24 años y por la muerte de su hijo-nieto recién nacido por problemas respiratorios y, que de haber sido tratado, hubiera podido sobrevivir. En los días anteriores, Fritzl cubrió su rostro con una gran carpeta.

El miércoles sorprendió al Tribunal declarándose culpable de todos los cargos que se le imputaban, incluido el de «asesinato por omisión de socorro» y el de «esclavitud». Antes de que se diera lectura a la sentencia, dijo que se arrepentía «de todo corazón» de lo que había hecho. «Ya no puedo hacer nada para arreglarlo. Sólo puedo aminorar los daños», añadió.

La fiscal, Christiane Burkheiser, pidió al jurado que no se dejara «engañar» por esta confesión de culpabilidad, que situó dentro una estrategia para reducir la condena.

Finalmente, el jurado, compuesto por tres hombres y cinco mujeres, consideró probados todos los cargos en su contra -«asesinato, violación, incesto, coacción grave, privación de la libertad y esclavitud»-.

Cuando el presidente del Tribunal le preguntó si aceptaba el veredicto contestó afirmativamente tras cruzar una breve mirada con su abogado, Rudolf Mayer. Éste confirmó después que no recurrirán la sentencia, por lo que ya es firme.

En principio, Fritzl cumplirá condena en un centro siquiátrico de máxima seguridad. El portavoz del Tribunal explicó que serán los médicos de la institución quienes valoren su estado mental. «Si dijeran que ya no está perturbado, se le trasladaría a una prisión normal».

Durante el juicio, la siquiatra Adelheid Kastner estableció que, pese a su desajuste de personalidad, fue completamente consciente de sus actos.

En declaraciones posteriores a la cadena británica BBC, consideró que «Fritzl nunca ha estado enfermo mentalmente y siempre ha estado sano en el sentido legal de la palabra. Siempre ha podido distinguir entre el bien y el mal y ha sabido que lo que hacía estaba mal». En su opinión, el ahora condenado tuvo la irresistible necesidad de «dominar y controlar». Subrayó que, si bien es «emocionalmente deficiente» por la falta de cariño en la infancia, es una persona muy inteligente, que creció con la determinación de tener a alguien que le perteneciera sólo a él. Por ello, recomendó su internamiento y «el envío a prisión cuando no sea un peligro para otros».