David Frankel es un realizador de comedias que se sitúa por encima de la media, consiguiendo algo tan difícil como conciliar comercialidad con calidad cinematográfica. Ya lo demostró en su anterior «El diablo viste de Prada», y vuelve a hacerlo en «Una pareja de tres», que no es la típica comedia tonta con perro, por lo que sería injusto meterla en el saco de la moda del humor canino que tanto dinero ha dado con «Un chihuahua en Beverly Hills» y «Hotel para perros». Es más, por momentos, la narración se orienta hacia el drama existencial, al mostrar la complicada convivencia de un matrimonio en sus primeros años, e incluso abundan los pasajes en que las risas dan paso a las lágrimas, más abundantes en los espectadores que sientan especial cariño por sus mascotas. Marley es un animal de compañía que simboliza la carencia afectiva en el seno de la sociedad norteamericana, cuando la falta de contacto humano lleva a buscar otras alternativas, y ya se sabe lo fieles que son los perros. Este «labrador», en concreto, tiene una expresión de verdadero sentimiento, que provoca reacciones contradictorias en sus dueños. El joven matrimonio piensa que Marley puede servir de entrenamiento para el día en que decidan tener niños, pero a medida que pasa el tiempo el chucho llena en sus vidas otros vacíos, debido a que se hace querer con sus defectos y travesuras que provocan locas situaciones.