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Veleros-escuela

Escuela de mástiles, cuerdas y velas

Alexander von Humboldt y Eendracht son los nombres de los dos veleros-escuela que se encuentran de escala hasta mañana en el Museo Marítimo de Bilbo. A bordo, aventureros que invierten sus vacaciones en conocer cómo vivían y navegaban sus antepasados. Eendracht, el holandés, zarpará hoy mismo hacia el Norte. El von Humboldt, alemán, se queda un día más.

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Ane ARRUTI | BILBO

Entramos al Alexander von Humboldt casi de puntillas, con miedo de ensuciar algo. Vemos a dos mujeres con medio limón y sal en mano, frotando para sacar brillo a todas las piezas de cobre que se encuentran en la cubierta del velero. Hace algo más de una hora que este gigante alemán ha atracado en frente del Museo Marítimo de Bilbo y toda la tripulación se implica en dejarlo intacto para las visitas que esperan y para la llegada de la nueva tripulación que mañana partirá de nuevo rumbo al Estado francés. «Pero, ¿no está limpio ya?», preguntamos asombrados ante el entusiasmo de las dos marineras. «No basta con que esté limpio, tiene que estar brillante», contestas dejándonos mudos.

Es el Alexander von Humboldt, un velero de tres mástiles que se dedica a la navegación tradicional. Por si no fueran suficientes sus 63 metros de eslora para llamar la atención de los bilbainos y los domingueros que disfrutaban de un caluroso y soleado día de San José, resalta su velamen de color verde, inaudito en otros barcos de sus características -normalmente optan por tonos más neutros, como el blanco o el marfil-. La razón de esta peculiaridad se debe a que las velas son una donación de uno de sus patrocinadores, la empresa de cerveza Becks. Ya se sabe, hay que adaptarse a los nuevos tiempos económicos.

A bordo del von Humboldt navegan sesenta personas, de las cuales un tercio son marineros experimentados. Todos ellos son voluntarios que, el resto del año lo dedican a otros oficios y aprovechan sus vacaciones para participar en esta escuela. Peter Dreyer es el supervisor de la tripulación. «En Alemania soy conductor de autobuses, pero llevo cuatro años trabajando en el Alexander. Soy `el hombre para todo', y también el que manda en cubierta», se ríe.

El resto de los tripulantes son los denominados «trainees» o estudiantes que llegan al barco con ganas de vivir una aventura. Petra es una de ellas. Esta mujer alemana, de unos 35 años, nos cuenta que quiere aprender la forma tradicional de navegar, «izar las velas, controlar el viento, dirigir el rumbo del velero...». Conocemos también a Alex, un austriaco que durante siete años vivió en la localidad navarra de Mendabia. Viaja por primera vez en un «barco-escuela» como este. «Es un sueño que tienes desde niño», confiesa. «Juegas a indios y vaqueros o con el barco de los descubridores y los piratas... Es un sueño que ni te imaginas que alguna vez se puede convertir en realidad. Yo no tenía ni idea de que existía la posibilidad de embarcarse en un velero clásico, con tres mástiles, levantar las velas, aprender todo eso y además vivir una aventura como lo hicieron hace quinientos años», comenta.

Y es que, además de aprender a navegar un barco, el tomar parte en esta aventura permite a los estudiantes tener un acercamiento a su historia. Friedrich Heinrich Alexander Barón de Humboldt (1769-1859) fue un conocido geógrafo, naturalista y explorador prusiano y es considerado como el «padre de la geografía moderna universal». A pesar de su amplia influencia en el mundo, Humboldt es muy poco conocido en Alemania y parte de esa labor informativa la realiza este velero.

El Alexander von Humboldt fue construido en 1906 y empezó su andadura en la costa alemana del Mar del Norte como buque-faro. Fue conocido por los marinos vascos que atravesaban el Canal de Kiel en los años setenta para entrar a los puertos del Báltico. En 1986 fue comprado por la Sail Training Association de Alemania (STAG), que lo convirtió en un velero de tres mástiles dedicado a la navegación tradicional. Ahora forma parte de programas alemanes y europeos de intercambio juvenil, con el objetivo de acercar a los pueblos mediante la navegación. Aunque todo aquel que tenga entre 15 y 71 años puede participar en el barco-escuela.

Vacaciones en aventura

Son unas vacaciones muy especiales para los que se embarcan en esta peripecia. «Algunos optan por tumbarse en la playa, otros por conocer museos... Esto es una aventura total. No tienes ningún tipo de lujo, está todo muy reducido», dice Alex. Destaca, sin embargo, el envidiable ambiente y buen compañerismo que se crea a bordo: «Venimos desde Lisboa y llevamos una semana en el mar, sin atracar. Y si tienes que estar en un sitio tan reducido con sesenta personas, tienes que llevarte bien. Al final no sólo aprendes cómo se maneja un barco, es también una cuestión de convivencia y de conocer diferentes culturas». El trabajo a bordo se convierte al final en una pasión como explica este austriaco: «Yo viajo por primera vez, pero somos muy pocos los `novatos'. La gran mayoría son gente que repite, que ya ha venido 20-30 veces y que lo llevan en la sangre. Gastan casi todas sus vacaciones en esto. Son como una gran familia. Bueno, somos tendría que decir».

La tripulación se divide en tres turnos diferentes: desde las 00.00 hasta las 4.00, de 4.00 a 8.00, de 8.00 a 12.00 y vuelta a empezar. «Estamos cuatro horas de guardia dos veces al día. En esas horas, tenemos que mantenernos a las órdenes de la tripulación experimentada que nos enseña a llevar a cabo todas las actividades para llevar el barco. Los que no están de guardia quedan libres, a no ser que haya maniobras con todas las velas y se necesite a más gente», explica Alex.

Eendracht, desdeHolanda

El segundo de los veleros que hoy mismo zarpará desde Bilbo hacia Rotterdam es el holandés Eendracht. Esta goleta de tres mastiles, algo más pequeño que el alemán -mide 59 metros de eslora- también realiza el papel de barco-escuela pero va más dirigido a jóvenes de entre 15 y 25 años que participan en el llamado «vela de formación». Es como un yate-velero, construido en 1989, en el que navegan trece marinos y cuarenta trainees. El trabajo es menos duro y los espacios de cubierta son algo más amplios y confortables, como es el caso de la curiosa barra de bar que contiene en la popa.

En ninguno de los dos casos hace falta tener conocimientos previos de navegación, ese no suele ser el problema principal de los `novatos'. Como contaba un joven holandés, «mi problema fue que los primeros días me mareé bastante y eso te amarga un poco el viaje, pero luego empiezas a disfrutar del barco, de los amigos que haces, el mar...».

Para los curiosos que quieran contemplar de cerca estos veleros tienen hoy y mañana para acercarse hasta el Museo Marítimo de Bilbo. Para los que quieran adentrarse en cualquiera de estas dos aventuras, pueden consultar más información en www.eendracht.nl o en www.dsstalex.de.

 

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