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Fingir ofensas que no son tal no aporta nada

La postura de los mandatarios del PNV tras las elecciones del 1 de marzo es, cuando menos, sorprendente. Si bien es cierto que a nadie puede sorprender que tras ser el partido más votado el hecho de perder el Gobierno de Gasteiz haya contrariado a los jeltzales, también es cierto que ese resultado es tan consecuencia directa de la política de ilegalización sostenida por el Gobierno español como de la aceptación por parte del resto de formaciones de ese fraude. En ese sentido, ahora no vale quejarse de trampas cuando antes de conocer el resultado esas mismas trampas no parecían tan graves. O, mejor dicho, cuando no se sabían las graves consecuencias de esa trampa.

Pero lo realmente sorprendente en la actual postura de los jelkides es cómo pretenden aparentar indignación cuando el resto de contrincantes realizan con éxito las mismas operaciones políticas que en este momento a ellos les han fallado. Primero fue la oferta al PSOE para gobernar, aun a costa de traicionar no ya el ideario del partido, sino lo defendido durante la campaña electoral. Y ahora es la permanente denuncia contra el PSOE ¡por aceptar el mismo apoyo que ellos ofrecieron primero al Partido Popular! Es difícil entender qué es lo que pasa en estos momentos por la cabeza de Urkullu y compañía. No tanto lo que pasa por la cabeza de quienes acudieron a las urnas para «votar a Ibarretxe».

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