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Imanol Intziarte Periodista

Una metáfora de mesas cojas y libros

Tengo la cabeza como para tirarla al Urumea. Quizá sea la primavera. O quizá sean los efectos secundarios de meterme entre pecho y espalda el «tocho» de María Antonia Iglesias. Poliki, poliki... voy pasando páginas como un piloto de Fórmula Uno devora kilómetros. «¿Te vas a leer eso?», me preguntaron en su día. Qué pasa, allá cada cual con sus depravaciones, siempre que no hagan daño a los demás. Hay vicios peores.

Al tema. El caso es que la cabra tira al monte e Iglesias puso la grabadora a todo aquel que ha sido o es alguien en el PSE. Ahora estoy con Javier Rojo, tras haber salido indemne (creo) de otros como Txiki Benegas o Ramón Jaúregui. Las entrevistas son, más o menos, del pasado verano, dato importante por ser la situación actual la que es. Si me dieran un euro por cada vez que aparece, para ser ensalzada, la palabra «transversalidad», podría dejar este inmundo modo de ganarse las habichuelas y dedicarme a mi auténtica vocación, el dolce far niente.

¿Y qué es transversalidad?, preguntas mientras clavas en mi pupila tu pupila azul (algo así es el poema). Viene a ser, por lo que he entendido, algo que es guay siempre y cuando: a) pongas las reglas generales, el resto se las trague y nadie las pueda cambiar sin tu permiso; y b) estés entre los que mandan. La más importante es la a.

De este modo, el no va más del buen rollito fueron los transversales años PNV-PSE, donde todo el monte era orégano y se ataban los perros con longanizas. Perdón, pero ya hace mucho que me citan eso de «hombre refranero...». En internet he hallado cinco finales diferentes: «...hombre de poco dinero», «...hombre majadero», «...hombre puñetero», «...maricón y embustero» y «...medido y certero». Elijan ustedes.

Podemos hablar del menú, de la vajilla, de la cubertería... pero la mesa que nos trajeron vino coja de fábrica y sigue estando coja, por mucho que algunos digan que no. Y la solución no pasa por utilizar el libro de María Antonia Iglesias para calzarla y tratar de que no se note.

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