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Tasio Erkizia Militante de la izquierda abertzale

Constataciones tras las elecciones

Erkizia realiza tres constataciones a raíz de las elecciones pasadas: la indiscutible relevancia de la izquierda abertzale en el panorama político vasco; la necesidad de aglutinar fuerzas desde una perspectiva de izquierda y abertzale; la necesidad de resistir frente a los pasos que puedan dar en adelante quienes por medio del fraude se presentan ahora como ganadores.

Son muchas las constataciones que podemos realizar tras las últimas elecciones autonómicas. Elecciones que han provocado inusitado interés periodístico, entre otras razones porque hay dos hechos novedosos dignos de atención. Por una parte, su carácter antidemocrático por la ilegalización de una fuerza política que en anteriores contiendas electorales ha obtenido entre el 15 y el 20% de los votos y, por otra parte, que como consecuencia de este «pucherazo» Patxi López puede ser el próximo lehendakari a pesar de que los abertzales tengamos 150.000 votos más.

Pero sobre estas elecciones hay más reflexiones que han sido poco reseñadas en los titulares de la prensa y que sin embargo resultan claves para leer correctamente el futuro. Para comenzar es fundamental reseñar algo grave y evidente para un independentista, cual es que estas elecciones son exclusivamente de una parte del país y, además, para una institución que no tiene capacidad política de afrontar los grandes problemas del mismo. Es un Parlamento que hace 30 años nació dividiendo territorialmente Euskal Herria y ahora lo mutilan negando a una parte importante del pueblo el derecho a participar en su constitución.

La primera constatación que quiero subrayar es que estas elecciones han dejado en evidencia que la izquierda abertzale es imprescindible, también para conformar un Gobierno en las tres provincias vascongadas. Para todos y todas es evidente que somos necesarios en el proceso de construir nuestra nación. Pero estas elecciones han dejado en evidencia que sin nosotros no se puede ni siquiera conformar un Gobierno que respete la mayoría natural de la población. Es innegable que, si fueran legales los siete parlamentarios que nos corresponden por los más de 100.000 votos, ni el PSOE ni el PP tendrían poder alguno de decisión en ese Parlamento.

El «pucherazo» ha desdibujado esa institución. Nace de hacer «trampa» a la ciudadanía y, en consecuencia, no refleja su voluntad. Y ante esta distorsión de la realidad, a la dirección del PNV no se le ocurre otra cosa que buscar culpables de ese desaguisado justamente entre los ilegalizados y encarcelados, es decir, en las víctimas. La dirección del PNV vuelve a equivocarse. Tienen que analizar sus propios errores, ellos son los máximos responsables de esta situación. Seguir hablando de supuestas pinzas en la que participa la izquierda abertzale suena a risa, Sr. Urkullu. Y concluir que existen conversaciones por una simple llamada telefónica supuestamente realizada en la noche electoral es puro infantilismo.

Reconozcan que el odio visceral que profesan hacia la izquierda abertzale y la sobrevaloración de sus fuerzas les ha precipitado a su propio abismo. Han querido ganar por goleada, logrando por medio de la ilegalización barrer del mapa político a todo un amplio espectro que se sitúa a su izquierda, mientras ellos seguían viviendo de las poltronas. Pero la arrogancia les ha llevado de la supuesta goleada a su propia derrota.

Y el resultado está a la vista. A pesar de que los abertzales tengamos muchos miles de votos más que los partidos españoles, ellos son mayoría en el Parlamento. Somos holgada mayoría en las urnas y sin embargo ellos mandan. Como Ibarretxe ha repetido hasta la saciedad en la campaña, nos gobiernan «con mando a distancia» desde los despachos de las calles Ferraz y Génova. Y todo ello es consecuencia directa de la estrategia marcada desde Sabin Etxea.

En lugar de rectificar, o al menos abrir un debate a fondo sobre la estrategia a seguir por el PNV, su dirección vuelve a cometer una claudicación gravísima con la oferta que hicieron al PSOE tras las elecciones en la que «borraban de un plumazo» toda la tímida trayectoria soberanista de Ibarretxe y abjuraban de todos los planteamientos abertzales, aceptando total sumisión a España. ¿Acaso los burukides utilizan ya las técnicas de las que hablaba Josu Jon Imaz en su reciente conferencia en Barcelona? Los hechos mencionados recuerdan aquellas palabras: «El liderazgo político consiste en tomar decisiones sabiendo que no van a ser entendidas por la sociedad, sin preguntárselas a la sociedad. (...) La democracia representativa en la que vivimos se resiente ante la falta de liderazgos de este tipo».

Hay una segunda constatación que nos tiene que hacer reflexionar a todos los que creemos en una Euskal Herria soberana. Y es la existencia de un amplio abanico político muy atomizado en distintas siglas en la actualidad, así como un porcentaje importante de personas que sin identificarse con ninguna de dichas siglas se consideran abertzales y de izquierdas, y sin embargo se sienten huérfanos por la falta de una fuerza motriz que canalice sus energías y satisfaga sus aspiraciones y sueños políticos.

Crear un movimiento independentista que unifique nuestras fuerzas y apueste resueltamente por institucionalizar la nación vasca, es una aspiración muy antigua. Tan antigua como incumplida, a pesar de los esfuerzos e intentos realizados y que sigue siendo en la actualidad exigencia constante por parte de amplios sectores de la población, incluidos muchos militantes del PNV.

La izquierda abertzale es un referente inequívoco en nuestro pueblo, pero debido a la represión del Estado Español, las divisiones internas y los propios errores, no hemos logrado convertirnos en la fuerza motriz que nos posibilite funcionar como nación diferenciada y vertebrar el «Zazpiak Bat». Pero esa unidad no debe ser planteada como objetivo exclusivamente electoral ni coyuntural, sino con visión estratégica y fundamentada en un proyecto político que nos conduzca a la creación del Estado vasco. El objetivo, como anunció Arnaldo Otegi, debe ser impulsar un nuevo proceso democrático y al mismo tiempo recuperar la centralidad para la clase trabajadora vasca y la lucha por la identidad diferenciada de nuestro pueblo.

Una tercera constatación, y no la menos importante sin duda alguna, es que los partidos españoles han logrado su objetivo. Llevaban años intentando asaltar el Parlamento de Gasteiz y esta vez lo han conseguido. ¿Con trampas y de manera ilegítima? Ciertamente, pero les importa poco. Y todo apunta a que pondrán en marcha toda una maquinaria que provocará una progresiva desnacionalización de la identidad y la conciencia de ser vasco. «Democráticamente» se nos impondrá la obligación de ser españoles, con nuestra voluntad o en contra de ella, a las buenas o a las malas.

Es preocupante la situación. Esa Constitución española que fue rechazada en estas tierras será impuesta en el día a día. Las elecciones fraudulentas convierten a esa institución en antidemocrática. Pero los constitucionalistas, lo que no consiguen por medio de la voluntad popular, lo consiguen violando los derechos humanos y colectivos de nuestro pueblo. Y solamente la reacción de los propios abertzales dará la vuelta a esta situación. No tenemos nada contra el pueblo español, pero no permitiremos que el rancio nacionalismo español de los líderes del tándem PSOE-PP borren nuestra identidad, imponiendo a la fuerza la condición de ser españoles.

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