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Txisko Fernández Periodista

Vamos a mirarnos el ombligo

Antes de que llegue el verano y empecemos a preocuparnos por esos michelines que, queramos o no, nos deja como recuerdo el sano apetito invernal, será conveniente que, ya entrada la primavera, nos miremos al ombligo con detenimiento. Tanto desde dentro del mundo abertzale como, especialmente, desde el nacionalismo español se nos suele reprochar una supuesta tendencia a aislarnos del mundo exterior, lo cual sería la razón última que explicaría todo lo que sucede en nuestro país; todo «lo malo», habría que precisar.

Pues creo que nos sucede todo lo contrario: que durante las últimas décadas -durante el último medio siglo- el mundo abertzale, tanto el de derechas como el de izquierdas, ha estado abierto a todos los cambios sociales, políticos y culturales que se han producido en el planeta. No es que nos haya «invadido» la última globalización, es que siempre hemos estado en contacto con el «exterior». Y esto no nos ha hecho diferentes ni iguales a los demás; nos ha hecho como somos. Perdón por la tautología, pero es que ya estoy harto de que nos acusen de mirarnos al ombligo como si, precisamente, ésa fuera una característica peculiar de las gentes que viven a ambos lados del Pirineo occidental.

Por eso recomiendo que nos pongamos, primero, ante el espejo para repasar nuestra figura y asumir los cambios que nos va dejando el tiempo y, después, frente a frente con los demás para observar en qué han cambiado ellos. Sólo así podremos convencernos de que ahora tenemos más cosas en común o que, por el contrario, el paso de los años nos ha ido alejando. Sin este ejercicio introspectivo será prácticamente imposible avanzar en el proyecto socio-político-económico-cultural que reclama buena parte de la ciudadanía de Euskal Herria. Bien es cierto que para comenzar esa marcha no basta con estar de acuerdo con la imagen que nos refleja el espejo, ni es suficiente con permanecer frente al otro hasta que las canas y las arrugas nos asemejen tanto que sea difícil diferenciarnos a primera vista. Hay que levantarse de la silla y ponerse a andar, aunque no sea fácil perder esos kilos de más.

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