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Raimundo Fitero

Asuntos internos

En la mayoría de las series policíacas, sean del estilo y formato que sean, durante varios capítulos, cuando no como protagonistas constantes, aparece esa figura tan retórica, tan amplificada por los guionistas que se llama «asuntos internos». Son décadas viendo a unos policías que se dedican a investigar a los otros policías sobre actuaciones exageradas, corrupciones, malos usos de las armas y cosas por el estilo. A primera vista se trata de dar un mensaje claro. Hay alguien que vigila a los vigilantes, aunque nunca sepamos quien vigila a los vigilantes de los vigilantes.

El género televisivo policial tiene muchas ramas estéticas, que conforman, obviamente, una manera de afrontar los asuntos éticos, la misma función policial, la relación con las políticas de tratamiento de los asuntos de las drogodependencias, la violencia utilizada de manera moderada o expansiva, las maneras de llevar a término la investigación, por la vía científica o por la deductiva. Y al fondo, siempre la figura de los de «asuntos internos».

La última entrega de «El mentalista», que terminó el capítulo con un continuará, los protagonistas de la serie estaban bajo las sospechas de «asuntos internos», asunto que dada la estructura general de esta serie, parece un añadido, un pie forzado, porque sus pesquisas, sus actuaciones están siempre condicionadas por la supuesta capacidad de uno de ellos para adivinar, presentir, tener viajes hacia el pasado, el futuro o el intermedio. Y ahí, los fieros y resabiados tipos de «asuntos internos», poco pueden decir. Esta serie tiene algo especial que atrae. Forma parte de una nueva etapa del género junto a «Life» y otras, donde la deducción y la intuición está por encima del método.

Resulta ser que en la comisaría de Sevilla están muy ocupados los de «asuntos internos» porque desaparecieron hace unos pocos meses cien kilos de cocaína y heroína de unas dependencias muy bien custodiadas. No salieron de golpe, sino de poco en poco. Quizás este asunto tan poco conocido, nos dé alguna clave para entender que sea ahora el propio Pérez Rubalcaba quien reciba al padre de Marta del Castillo. Las actuaciones policiales parecen un cachondeo.

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