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PERFIL Mark Cavendish

Cuestión de velocidad

Con la misma facilidad con que supera a sus rivales, el británico bate marcas en una carrera fulgurante.

Amaia U. LASAGABASTER | EIBAR

Mark Cavendish es sinónimo de velocidad. Revienta los radares en la recta de meta y quema etapas al mismo ritmo en su despegue como ciclista profesional. Todavía no ha cumplido 24 años y su trayectoria en la elite apenas sobrepasa las dos temporadas y media, pero a Manx Express le ha bastado para levantar los brazos en el Giro, el Tour o, su éxito más reciente, la Milán-San Remo.

Un palmarés excepcional que le ha convertido entre sus compatriotas, poco acostumbrados a ver a sus corredores -salvo contadas, aunque muy destacadas excepciones- en lo alto del podio. Y, sin embargo, su procedencia ha tenido mucho que ver en la carrera de Cavendish, que se animó a probar gracias a dos británicos célebres y aprendió a sufrir en la «Great Britain under 23 Academy».

Antes de ese paso fundamental, y mientras sus paisanos de Man enloquecían con la «Tourist Trophy», la mítica y centenaria prueba motociclista, el pequeño Mark empezó por descubrir el otro mundo de las dos ruedas, en el que el motor lo pone cada uno. Fue gracias a dos estrellas del ciclismo británico. «Cuando tenía unos siete años -recuerda Cavendish-, vi en televisión cómo Chris Boardman ganaba la medalla de oro olímpica en persecución. Baje al parque y le dije a un amigo, «¿por qué no probamos a hacerlo?» Era un juego, pero me encantó». Poco después, «Robert Millar vino a Man a correr una carrera. Tenía una foto suya en casa y la llevé para que me la dedicara. Fue muy amable, incluso me regaló su gorra y más fotografías. Y eso acabó de convencerme».

Dio sus primeras pedaladas con una BMX, «pero mis amigos corrían con bicicletas de montaña. No es que no ganase nunca, es que me machacaban todos los días. Cuando cumplí 13 años, mi madre me regaló también una de montaña. Y al día siguiente, corrí y gané».

Pero no había mucho futuro para un ciclista en Man, un paraíso fiscal en el que la salida profesional para la mayoría de los jóvenes pasa por la banca. El propio Cavendish trabajó en una entidad financiera entre los 16 y los 18 años, «donde ganaba bastante más que en mis primeros años como ciclista. De haber seguido allí, habría tenido un sueldo de unas 24.000 libras. Lo cambié por 50 libras a la semana, unas diez veces menos».

Para nada se arrepiente el sprinter de haber hecho las maletas rumbo a Manchester. Allí le esperaba la recién creada Academia sub´23 -un proyecto de la Federación británica para preparar pistards para los Juegos Olímpicos- y un hombre, Rod Ellingworth, que aún hoy es su mejor consejero.

«Rod fue casi el único que apostó por mí para formar parte de aquello», recuerda Cavendish, agradecido, pese a que aquello no fueron precisamente unas vacaciones. «Rod era muy estricto, nos hacía trabajar durísimo. Pero ya sabía entonces, y lo sé mejor ahora, que era necesario. No estaría aquí si no hubiera aprendido a esforzarme». Ellingworth también habla de su discípulo con devoción. «Siempre recuerdo un día que salimos a entrenar por los alrededores de Manchester -explica-. Cav nunca ha sido un buen escalador y entonces, además, pesaba más. Estábamos subiendo a la última colina y Cav venía a los lejos, zigzagueando, y de repente cayó. Fui corriendo y le encontré dolorido, llorando, pero me dijo «no te voy a fallar, lo haré». Y en ese momento supe que sería un gran ciclista».

Sólo un año después, Cavendish empezó a confirmar la corazonada de su entrenador, al adjudicarse, con veinte años, el Mundial de madison en Los Angeles. Con 21, apostaba definitivamente por la carretera -aunque el año pasado repitió en madison-, al fichar por el Sparkasse, un filial de T-Mobile, iniciando una carrera meteórica que, en sólo dos años y medio, le ha colmado de éxitos. Quizá porque, como asegura Cavendish en su particular mantra, «no entiendo a quienes luchan por la medalla de plata. Para mí es ganar o nada, triunfar o fallar. No quiero ser bueno, quiero ser el mejor».

EXCEPCIONAL

Una sola temporada en la elite bastó para confirmar a Cavendish entre los mejores velocistas del mundo, al conseguir once victorias. Una cifra que le satisface especialmente, porque supera las ocho que consiguió uno de sus grandes ídolos, Robbie McEwen, la temporada de su debut.

OBJETIVOS

«Quiero ganar carreras, todas las que pueda». Mark Cavendish es insaciable, pero también tiene sus preferencias. «Me gustaría ganar un Mundial, pero sobre todo me gusta el Tour. Y espero ganar alguna vez la última etapa en los Campos Elíseos».

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