Alicatados hasta el techo aparecen cientos o miles de jóvenes de botellón en un lugar de Granada, en donde los ciegos ya no llorarían por no poderlos ver. Cerca de allí, las cofradías siguen con su propio botellón ideológico y ahora van a aprovechar sus espectáculos callejeros para enseñar la patita y colocarse al lado de Rouco y sus publicistas en contra del aborto. Son seres forjados en la ignominia. Viven en la mentira original y de ahí emana todo su pensamiento que acaba convertido en un simple encofrado, en una costillada, en un rebujito bajo el paso, a dos pasos de la extenuación física y mental.

En algunas zonas más peligrosas de las parrillas donde se abrasan los pretendidos forjadores de opinión, de ilusión o creadores de tendencias, excedencias de la razón y razones de contención está cundiendo el pánico. Hay que entender que el revuelo de las aves de rapiña se convierte en señales de obligado cumplimiento para los que ocupan los despachos de continuidad y que no es necesario llegar a un expediente, con la resolución de los contratos es suficiente para afiliarse a la estadística de la desesperación.

Arranca un programa de supervivencia en Tele 5 con una baja previa, es decir alguien que no ha cumplido, se ha cansado, ha sido ya condenado o se ha enfrentado con la propia organización. Probablemente al conocer a los compañeros de la experiencia haya preferido pasear su cuerpo y su carita por otros objetivos y pantallas. Se nomina de entrada por desafección y ocupa su espacio un personaje de ficción: «El Golosinas». Famoso por ser la sombra de los famosos.

Hoy vuelve «Barrio sésamo» a la parrilla de La 2 y no podemos comprender su valor de mercado ni su necesidad para aliviar de insensateces la franja horaria infantil. Valoramos lo pasado como de mejor asimilación, pero debemos recordar que lo que actualmente vemos en botellones, castings, concentraciones histéricas y conciertos, han sido forjados, seguramente, por las apreciaciones del mundo que tienen Epi y Blas. Esta vuelta a los peluches amarillos y naranja no deja de ser un síntoma. O una advertencia para cambiar los forjados de la celosía.