Si como aquel apasionado comentarista que narró el gol de Rincón que le dio el pase a Colombia ante Alemania en el Mundial de Italia 90, «Dios existe y es colombiano», puede que Alá también ande por ahí y sea rojillo. Y es que el iraní Javad Nekounam, que no estaba atravesando por un buen momento de juego, recuperó su fe y la de todo el osasunismo en que la permanencia es posible con un gol en el minuto 92 que permitió a su equipo abandonar el descenso durante unas horas.

Una lectura agnóstica sobre lo visto ayer no ofrece demasiados argumentos futbolísticos para la esperanza, ya que tanto Osasuna como Espanyol, atenazados por los nervios y la presión, demostraron los motivos de su situación clasificatoria, pero apoyados por una afición volcada, el cabezazo de Nekounam a centro de Patxi Puñal sirve de muchísimo más que aquellos partidos de no hace tanto tiempo en los que el juego rojillo merecía mucho más.

Muy lejos de aquel nivel de juego, Osasuna ha sabido hacer de su necesidad virtud y, con la excepción del partido ante el Sporting, en tiempos de crisis los rojillos han aprendido a vivir al día y las victorias ante rivales directos le permiten estar en la pelea mucho más aireados y confiados en sus opciones.

Pese al esperanzador inicio rojillo, presionando arriba y con mucha intensidad, las carencias de uno y otro afloraron enseguida en una sucesión de fallos, urgencias y faltas. El campo, seco y botón, y el árbitro, que tampoco ayudó en exceso a apaciguar los ánimos, no ayudaron nada a los jugadores y la primera parte fue de lo más prescindible. Más aún cuando Camacho decidió esquivar esa zona y jugar desde atrás buscando a Dady y Pandiani.

De inicio parecía que el Espanyol confiaba su suerte a que De la Peña enganchara algún contraataque con Tamudo o Luis García, pero los estiletes blanquiazules están muy lejos de su mejor momento y, aunque se hicieron con el control del esférico, la inoperancia periquita también fue grande.

Las botas pesaban toneladas, ni Juanfran ni Plasil acertaban a dar profundidad al huego de ataque rojillo y las dos mejores opciones osasunistas en la primera mitad ni siquiera lo fueron, ya que el penalti que se pidió sobre Juanfran y el duro remate de Patxi Puñal habían sido anulados previamente por faltas previas iruindarras.

Sin nada del otro jueves, pero Osasuna mejoró algo en la segunda mitad, sobre todo por ser capaces de superar al Espanyol por lo menos en intensidad y fe. Camacho buscó en el banquillo algo que superara la pobre aportación que en la tarde de ayer ofrecieron Dady y Juanfran y por lo menos Masoud, que entró pasada la hora de juego, dio algo más de claridad a la ofensiva local a la que, no obstante, le seguía costando horrores llegar a la portería de Kameni.

Afortunadamente, Osasuna cuenta con el factor Sadar, un apoyo que ya quisieran para sí todos los equipos con los que se está jugando la permanencia. Una grada volcada fue el otro factor clave en que Osasuna fuera embotellando al Espanyol en su área a base de empuje.

Monreal y Azpilikueta fueron creciendo por los costados a medida que avanzaban los minutos, pero la entrada de Iván Alonso por un desactivado Iván De la Peña permitió al Espanyol dar un paso hacia adelante y hubo más de un susto para los ya curtidos corazones rojillos.

Como suele suceder en este tipo de partidos tan trabados, la estrategia se antojaba decisiva, y por eso se vino arriba El Sadar cuando Patxi Puñal se disponía utilizar el último cartucho en una falta lateral, por mucho que apenas un minuto antes Masoud la hubiera pifiado en una jugada muy similar.

En su partido trescientos como jugador rojillo, el capitán la puso perfecta, los delanteros locales arrastraron a los defensas catalanes al primer palo y Nekounam apareció en el segundo poste para conectar un cabezazo que debe marcar un antes y un después en el futuro en la categoría tanto de Osasuna como de un Espanyol que terminó k.o.