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Análisis | Radiografía del continente africano

Una mirada a África

África, el continente olvidado, expoliado, afronta 2009 inmerso en la gran complejidad que ya ha observado en años y décadas precedentes. Crisis de todo tipo, alimentaria, económica, humanitaria; violentos enfrentamientos y guerras; golpes de Estado... han convivido en estos meses con procesos electorales, recambios de dirigentes o reformas políticas.Un analista africano aportó una de las claves para superar, en cierta medida, todos los conflictos y crisis que afectan al continente africano, y que son aplicables también fuera de él: «Es necesario afrontar las raíces más que atacar sus síntomas».

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Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)

El continente africano es escenario de innumerables conflictos, cuyos orígenes hay que buscar en las desigualdades económicas y sociales, el legado de la colonización, los propios miltares locales y la explotación de sus recursos por parte de actores extranjeros, entre otros factores.

Entender la complejidad de la situación en África pasa por tener en cuenta una serie de factores políticos, económicos y culturales, que aparecen además entrelazados.

Uno de ellos es el que responde al axioma «violencia negra, raíces blancas», que apunta a la responsabilidad de las antiguas potencias coloniales en la situación africana. El poder colonial destruyó los métodos tradicionales para la resolución de conflictos y las viejas instituciones. Además, las metrópolis fallaron estrepitosamente a la hora de crear estructuras políticas estables, lo que ha dado lugar a los posteriores «estados fallidos», cada vez más frecuentes.

Junto a ello está la demarcación de fronteras, que obedeció a intereses coloniales y no a las realidades de los pueblos africanos. Antes de su colonización, los territorios africanos no estaban marcados por fronteras rígidas, que encierran hoy en su seno a grupos sin relación entre ellos y separan a otros que siempre habían convivido.

Además, el colonialismo dividió aún más esas sociedades, dejando como legado histórico la marginación política y económica de algunos grupos o regiones y utilizando a las élites políticas locales dispuestas a aprovecharse de las migajas, un importante lastre en el período postcolonial.

También conviene reseñar el importante papel desempeñado por los militares africanos. En la época de las luchas por la independencia, la mayoría de fuerzas militares locales estaban formadas por «ejércitos disciplinados y profesionales, aunque el armamento era algo obsoleto». Ahora encontramos «armas muy modernas en manos de ejércitos pre-modernos, lo que explicaría la espiral de violencia que asola el continente y que muchas veces se ha convertido en una seria amenaza desestabilizadora.

La explotación de los importantes recursos naturales es otro de los factores clave. La existencia de grandes riquezas naturales ha atraído a importantes actores extranjeros (estados y multinacionales), que se han embolsado los beneficios, marginando a la población local. Todo unido a la incapacidad de muchos estados para satisfacer las necesidades básicas de sus poblaciones.

Norte de África. Ha conocido un importante aumento de la inseguridad, y destaca la situación en Argelia, donde el movimiento jihadista transnacional ha realizado importantes ataques bajo la bandera de «Al-Qaeda del Magreb Islámico».

El golpe de Estado en Mauritania -todavía no se han demostrado sus posibles raíces islamistas-, o las protestas contra la carestía de la vida y el incremento de los precios de los productos básicos en Egipto, Marruecos y Túnez completan la foto.

Los gobiernos de la región se esfuerzan en mantener sus cotas de poder y acallar cualquier movimiento opositor, aumentando la represión y los recortes en materia de derechos humanos.

Se mantiene la lucha del pueblo saharaui por su derecho a la libre determinación, pese a la pasividad, cuando no complicidad, de la comunidad internacional con el régimen marroquí.

Cuerno de África. El aumento de la violencia, los desplazamientos forzosos de grandes bolsas de población (Darfur o Somalia), las disputas entre Djibuti y Eritrea o entre Somaliland y Puntland, las crisis ecológicas y naturales que se repiten cada año, el aumento de los precios, las consecuencias de la «guerra contra el terror» de EEUU, o las nuevas dinámicas en algunos conflictos, como el somalí -aparición de grupos insurgentes que se nutren de la doctrina del islamismo transnacional y jihadista, son algunas de las características en la zona.

En Sudán asistimos a un futuro incierto, con la acusación contra el presidente por parte del TPI, y con los acuerdos de paz sujetos con pinzas, mientras que la situación en Darfur puede deteriorarse aún más. Sin olvidar, además, las repercusiones de todo ello sobre los países vecinos.

Tampoco se puede adelantar el desarrollo de los acontecimientos en Somalia, donde la ausencia de un estado es cada día más palpable, y donde la violencia sigue azotando a la población, mientras surgen nuevas formas de conflicto, como es la sucesión de ataques piratas.

La disputa entre Etiopía y Eritrea no atraviesa su mejor momento. Han vuelto a aflorar diferencias históricas, y cada uno de los actores no duda en aprovechar los conflictos internos de su vecino para desestabilizarlo.

Oeste de África. Encontramos desde transiciones de situaciones de conflicto abierto a relativa paz, y de regímenes autoritarios a seudodemocracias de corte liberal. La crisis global también tiene su reflejo. La fluctuación de los precios del petróleo y de los alimentos son claves en el descontento popular, por la dependencia de las exportaciones de crudo y las importaciones de alimentos. A ello hay que añadir la presencia de bandas de narcotraficantes, principalmente provenientes de países latinoamericanos, en busca de rutas alternativas para sus cargamentos.

Costa de Marfil vive una situación de «ni guerra ni paz», con las elecciones pospuestas desde hace cuatro años y un país dividido entre el norte «rebelde» y el sur controlado por el Gobierno.

No podemos olvidar las demandas del pueblo tuareg y su incidencia en Mali o Níger, donde se han sucedido los enfrentamientos y las negociaciones. Los tuareg han sido marginados de todo proyecto de desarrollo gubernamental y han visto cómo la explotación de sus riquezas naturales (uranio) se reparten entre actores ajenos a su pueblo.

En Senegal, Níger o Guinea (con movimientos golpistas) se han afrontado importantes retos políticos y reformas que pueden afectar a su futuro. La sucesión de sus presidentes centra buena parte de los debates.

Este año el presidente de Nigeria tendrá que lidiar con sus ambiciones personales y las de las élites políticas locales si quiere consolidar su poder, mientras sigue haciendo frente a las numerosas rebeliones en el país (entre otras, en el Delta del Níger).

Los procesos de Togo, Benin o Ghana, pueden aportar algún rayo de luz esperanzador en un panorama tan pesimista.

Los acontecimientos en Guinea-Bissau, con la muerte del presidente y del militar de mayor rango, y con la omnipresencia del narcotráfico, plantea una importante duda sobre sus consecuencias en el ámbito local y regional en los próximos meses.

Este de África. La violencia en las elecciones de Kenya en 2008, la frágil paz de Uganda, donde los ataques del Ejército de la Resistencia del Señor (LRA) se mantienen, o las crisis por corrupción en Tanzania y que su presidente ha sabido sortear, utilizando, en buena medida, su peso en la diplomacia internacional, son parte importante de la fotografía de esta región.

El desarrollo de los acontecimientos en Kenya, donde en el pasado ha habido también ataques del jihadismo transnacional, y las repercusiones de la situación ugandesa en los estados vecinos serán cuestiones claves.

Centro de África. Situaciones contrapuestas caracterizan el escenario regional de esta parte de África. Así, la inestabilidad política de la República del Congo, además de afectar gravemente al desarrollo del país, tiene una incidencia en su entorno.

Además, encontramos la frágil paz en Burundi y Rwanda, que se repone todavía del genocidio vivido en la región de los Grandes Lagos hace unos años. Asistimos también a los importantes intentos de reconciliación en Congo-Brazzaville o en la República Centroafricana, donde se mantiene el diálogo político iniciado a finales de 2008.

La situación de Chad sigue acaparando buena parte del protagonismo regional e internacional. Los continuos enfrentamientos, las consecuencias de la grave situación de Darfur, o el papel del Estado francés en los acontecimientos, son algunas de las claves en esta coyuntura.

Sur de África. Es una de las regiones que mayor atención mediática atrae y más peso puede tener en el seno del continente.

El pasado año en esta zona han tenido lugar elecciones parlamentarias o presidenciales. La excesiva atención desde Occidente a Zimbabwe no puede hacernos olvidar los recientes comicios en Angola, Swaziland y en Zambia, donde al sistema «de patrocinio», que garantiza la utilización de fondos públicos para pagar favores políticos -lo que provoca la apatía de la población y una baja participación electoral-, hay que unir la ineficacia para combatir la corrupción.

Evidentemente, si la pobreza y las desigualdades sociales siguen aumentando, la situación puede dar un peligroso giro.

En Sudáfrica estará centrada buena parte de la atención. Ante la próxima cita electoral, será el momento de ver si el ANC es capaz de mantenerse como la primera fuerza del país, o si los disidentes del COPE, partidarios de una clara política neoliberal y elitista, le restan apoyos y acaban aliándose con la oposición tradicional para poner en dificultades al ANC, en un momento en el que el partido sudafricano ha optado por una política de corte más progresista.

Océano Índico. Sus paradisíacas islas sólo son noticia cuando se produce alguna catástrofe natural o cuando nos encontramos con algún movimiento golpista o desestabilizador. En esta ocasión, es la isla de Madagascar la que atraviesa momentos delicados. Las protestas populares han dado lugar a una maniobra política que ha acabado con el desplazamiento del actual presidente y su sustitución por la «nueva joven promesa local». Pero una mirada más detallada nos permitirá aventurar la continuidad del modelo social vigente, que excluye a la mayoría de la población y se muestra dispuesto a seguir compartiendo las riquezas con actores extranjeros.

África. Este breve recorrido por el continente africano nos ha permitido acercarnos a algunos de sus puntos «más calientes».

Quedan sobre la mesa africana un sinfín de retos. Corregir el vacío y las disfunciones de las instituciones estatales; acabar con la ineficiencia y el mal hacer de muchos gobiernos; superar la influencia de las élites corruptas y las divisiones políticas interesadas; poner fin a los altos niveles de pobreza, a las intervenciones militares y a las florecientes redes de narcotráfico son algunos de esos desafíos.

La actual crisis mundial también tendrá consecuencias en África, que a medio plazo puede ver cómo se reduce la inversión extranjera y se recortan las ayudas económicas.

Un analista africano aportaba una de las claves para superar en cierta medida todas las crisis enunciadas: «Es necesario afrontar las raíces más que atacar sus síntomas». Un axioma aplicable a muchos lugares del planeta.

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