Esta madrugada llega el horario de verano, una medida europea con desigual calado en el mundo
Desconocemos aún si a Ajuria Enea habrá llegado la hora del cambio, pero lo que es real es que esta próxima madrugada llega el cambio en nuestros relojes. A las 2.00 serán las 3.00. Una medida aplicable a ochenta estados en todo el globo, pero que no es mayoritaria; ni Asia ni África la secundan.
Joseba VIVANCO
Galopaba a lomos de su montura, antes del desayuno, un constructor inglés de nombre William Willet cuando le sorprendieron las numerosas persianas echadas a esas horas. Se dice que entonces le vino a la cabeza la idea de modificar el horario de verano, adelantando 80 minutos (no 60) los relojes en abril para atrasarlos en setiembre. Corría 1905. Fueron los albores de un cambio horario que como tal cobró fuerza hacia 1916 -concretamente el 30 de abril-, cuando Alemania, sus aliados y sus zonas ocupadas lo aplicaron por primera vez.
Hoy, tras innumerables vicisitudes, aquella idea ha calado en unos 90 estados, entre ellos en más de cincuenta europeos, que esta madrugada o dentro de una semana, como en el caso estadounidense, ajustarán sus relojes. Pero seguirán siendo una minoría, ya que en vastos continentes como África -sólo lo hacen Egipto, Marruecos, Túnez y Namibia- o Asia, apenas se aplica.
Esta idea de aprovechar mejor la luz solar caló con fuerza en 1974, con la primera crisis del petróleo, bajo el argumento de un menor consumo de electricidad. Hoy, si preguntamos a conocidos divulgadores científicos entre nosotros como Javier Armentia o Manuel Toharia, nos dirán que estamos ante una enorme «estupidez», como lo califican ambos, que para nada ahorra energía, o si lo hace es casi inapreciable.
Su aplicación se debe más a una inercia administrativa. Y, si en el caso europeo se tardó tanto en acordar un cambio horario al unísono, ¡como para desandar lo consensuado con las dificultades de entendimiento que priman!, en el caso de otras latitudes, como en EEUU, se han llegado a utilizar argumentos como que los practicantes de golf aprovechan más horas de luz y por lo tanto se dejan más dinero o el voto favorable que dieron en su día los senadores de Idaho porque pensaban que así más restaurantes de comida rápida venderían más patatas fritas procedentes de su tierra.
El caso es que el amplio país norteamericano se decantó por el horario de verano y desde sólo 2007 la mayoría de estados lo aplican -sólo Arizona se resiste-, lo mismo que sus vecinos canadienses, aunque aquí, con sus seis usos horarios diferentes, tampoco todos lo aplican, caso de Nuvanut, Quebec oriental y Saskatchewan.
Por su parte, México no modificará el horario hasta el próximo 5 de abril -excepto en el estado de Sonora-. Esto provoca un gran malestar, además de sueño, a los innumerables trabajadores mexicanos, los «legales», que cruzan a diario la frontera de sur a norte a primera hora de la mañana.
Hay países también de enormes dimensiones que aplican a medias esta medida, caso de Brasil, con algunas zonas que no lo hacen; caso de Australia, donde, con tres usos horarios, se aplica desde 2006 en ciertas regiones; zonas como la oceánica donde sólo lo hace Nueva Zelanda o la sudamericana, donde tampoco hay una uniformidad horaria y donde Argentina sólo cambia en la mitad del territorio.
Este lastre del cambio horario, sea de verano o de invierno, sigue dando tumbos. Sin ir más lejos, Venezuela hizo su particular modificación en diciembre de 2007, retrasando sólo media hora los relojes para hacerlos coincidir con la salida del sol, una medida igual a la que ya ponían en práctica lugares como Irán, Afganistán, Myanmar o Nepal.
Lo que parece evidente es que cuanto más cerca del Ecuador esté un país, menos justificado está el cambio de horario, puesto que la duración de los días es semejante en invierno y en verano. Pero los hay como Cuba o Haití que lo hacen en base al consabido ahorro energético.
Un debate, el de la hora, que da más vueltas que las agujas de un reloj. Un ejemplo cercano es la propuesta que hace tres años lanzó el BNG: modificar el huso horario para Galicia y adoptar el del meridiano de Greenwich, con lo que las cuatro provincias gallegas se regirían por la misma hora que su vecina Portugal o las islas Canarias. Y es que la Península ibérica tiene un horario que no le corresponde por su situación geográfica, ya que aplica el de Europa Central en lugar del oficial de Greenwich, como Gran Bretaña o Marruecos. Esto es así desde que al régimen franquista se le ocurrió añadir una hora para equipararse a la Italia fascista y la Alemania nazi. A eso hay que añadirle la hora de más que se aplica con la llegada de la primavera. El resultado es que amanece más tarde que en ningún otro sitio.
horarias son las que rigen en todo en planeta, según se estableció en 1883, a partir del meridiano que pasa por el antiguo observatorio de Greenwich
En la Península Ibérica se comenzó a aplicar el cambio de horario como en el resto del Europa a principios de siglo. Pero desde entonces vivió muchas vicisitudes: no se aplicó entre 1920 y 1925, ni entre 1950 y 1973. Eran tiempos en que el rezo del Ángelus marcaba el mediodía, y no el reloj. Pero el mayor caos se vivió durante la guerra, cuando llegaron a existir diferentes horarios, fuera la zona republicana o la falangista. Incluso los historiadores lo han tenido difícil para afinar al analizar aquellos hechos con las horas de un bombardeo o de una conquista -el 2 de octubre de 1938 llegó a haber hasta dos horas «oficiales» de diferencia entre Burgos y Valencia-. En 1939, el año comenzó con una hora de adelanto en la zona republicana, hora que recuperó el 1 de abril, justo cuando terminó oficialmente la guerra y se impuso el bando fascista.