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ESCALADA EN HIELO Canadá

Hulan Falls, Will Gadd supera el campo de minas helado

EJ Plimley y Will Gadd escalan un itinerario extremadamente expuesto y peligroso en las Hulen Falls (300 m, 5.9, A2). Se trata de la tercera cascada de hielo más larga de Canadá.

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Andoni ARABAOLAZA

Will Gadd, uno de los especialistas canadienses más importantes de la escalada en hielo y mixto moderno, nos escribía acerca de una de sus últimas fechorías en terrenos helados. Como esperábamos, una vez más, Gadd nos dejaba boquiabiertos; y, por qué no, con el miedo metido en el cuerpo.

En esta ocasión, después de liderar un antiguo proyecto en Alberta (The Jimmy Skid Rig, 300 m, WI5, M12), se atrevía con una cascada de agua helada extremadamente peligrosa y expuesta. Se trata de Hulen Falls, 300 metros de hielo vertical, situada en la Columbia Brtitánica (Canadá). Es decir, la tercera línea de hielo continuo más larga de Canadá.

«Un colega me envió un correo con un enlace sobre algunos de los saltos de agua más altos del mundo. La mayoría se encuentran en el trópico y, por lo tanto, no se hielan. Hulen Falls, en cambio, tiene más de 300 metros, una cascada que cae en picado y que inspira a cualquier escalador a la lujuria del frío. Si hay alguna cascada helada recta en cualquier sitio, quiero saberlo», adelantaba a GARA el canadiense.

La historia de esta remarcable ascensión (no sólo por la altura de la cascada, sino también por su remota ubicación y extremo peligro) tiene dos partes. La primera se traduce en un primer intento. A finales del pasado diciembre, Gadd y compañía se metían 15 horas de coche entre Canmore y Alberta, otras 4 horas por carreteras heladas y dos días de aproximación andando hasta la propia cascada.

«Llegamos a Tweedmusir, un lugar especial helado, silencioso y con una claridad meridiana. Tengo que ir a esos sitios para encontrar la cordura. La cascada se encuentra en un cañón angosto, y vimos que no estaba completamente formada; había caído una enorme avalancha de hielo. Nunca había visto un salto como éste. Ni percibir la violencia de las avalanchas. Nunca he visto una mezcla de hielo y agua de forma tan masiva y explosiva. Finalmente decidimos volver a casa», nos informa Gadd.

El 12 de febrero, Gadd vuelve de nuevo a Hulen Falls; esta vez junto a EJ Plimley. En esta ocasión, la cordada decide acercarse al objetivo en una avioneta que les dejaría justo en el lago Turner (también helado) que abastace de agua a la cascada.

Una primera impresión no muy buena, todavía había zonas sin formarse: «Había más hielo, pero todavía corría un montón de agua. En Hulen es difícil determinar qué está pasando. Vi cómo explotaban al menos tres grandes pedazos de hielo. Puro caos. Hulen parece inescalable, pero intuímos una línea estelar en la pared lateral del cañón».

A la mañana siguiente rapelan la vía, y pasan toda la jornada observando la línea elegida que se congela con las temperaturas extremas de la noche. Escalan 70 metros al borde de la cascada y, justo un poco más arriba, el sol hace acto de presencia: «El sol golpeaba nuestra ruta y empezaron a salir todos los demonios. Entre otros, cayó un carámbano del tamaño de un tótem. Estamos malditos con el sol, queremos que se nuble para tener algo de seguridad. Eso sí, a las noches el termómetro baja hasta los -25º. Resulta duro, más bien odio salir del saco y ponerme en movimiento, pero hay que hacerlo».

Escalada rápida

Después de varios intentos a la línea escogida y tras dejar preparados algunos anclajes, Plimley y Gadd se ponen manos a la obra. Aunque la cosa no pintaba nada bien, empiezan a escalar los primeros metros. Saben que tienen que ir rápidos por la exposición que encierra la línea, y así lo hacen.

El día del ataque final, Plimley no se encuentra del todo bien por el ataque de tos que le persigue durante los últimos días. Así pues, sería Gadd el que fuera a liderar toda la ascensión: «Desde el primer pioletazo, la tensión fue una constante. Empezaron a caer enormes bloques de hielo, pero nos libramos. Además la calidad del hielo era bastante penosa; diría que era una mierda de hielo, sobre todo para meter los tornillos. En los primeros 180 metros, por ejemplo, solamente pude fijar 4 buenos tornillos. A pesar de todas las penurias vividas en los primeros metros de la escalada, Plimley y yo decidimos no bajar y seguir con la escalada. Toneladas de hielo se desprendían con mucha regularidad, con más regularidad que el hielo que se cae de los seracs. Pero la única salida la teníamos por arriba».

Seguían escalando lo más rápido posible. Como nos asegura Gadd, para no caerse. De nuevo, otro ruido ensordecedor les puso en alarma. Varias toneladas de hielo cayeron al cañón: «Estábamos tan metidos en la cascada que nuestros amigos no nos veían y pensaron que algo nos había ocurrido».

Los dos escaladores están muy cerca del final. Y, de nuevo, otra gran sorpresa. Cerca de la cima se toparon con una grieta de unos 25 metros de altura y 60 centímetros de anchura, una grieta espectacular que no estaba allí cuando rapelaron por la vía: «Era un equivalente a lo que puedes encontrar en la morrena de un glaciar, pero en vertical y en una cascada de hielo. Es simplemente difícil de imaginar cómo pudo ocurrir».

Tras ocho intensas horas de subida, la cordada canadiense termina la escalada en Hulen Falls. Una escalada basada prácticamente en una exposición extrema, en la que solamente los seguros de la roca daban algo de estabilidad.

Llegaba la hora de las conclusiones, ésta es la que nos hace el propio Gadd: «La escalada me recordó mucho a las competiciones de la Copa del Mundo de velocidad en hielo. Nunca he escalado nada que me exigiera tanta habilidad y que me impusiera una perfecta armonía de mi mente y mi cuerpo. Llevo escalando 25 años y no había visto nada parecido. Creía que estaba metido en una jaula luchando contra un mostruo. Fue salvaje y complicado, y no una escalada en una hermosa cascada helada. Tal vez arriesgamos demasiado. Alejándonos de la cascada todavía escuchábamos los estruendos provocados por la caída del hielo. Pero no se nos ocurrió mirar atrás. Fue duro».

Dos nuevas líneas
con sello de la ética local

La semana pasada os hablábamos de las líneas creadas por Robert Jasper y compañía en Noruega, y de la polémica surgida por la utilización de parabolts. Seguimos de nuevo en el país nórdico, ya que dos escaladores locales, Stein Ivar Gravdahl y Bjorn-Eivid Aartun, firman dos grandes nuevas líneas en el macizo de Kjerag. Eso sí, respetando la estricta ética de la escalada noruega.

La primera línea lleva por nombre Strandhogg, tiene 800 metros y unas dificultades técnicas de WI6+, M5+ y A0. Para la apertura de esta sobresaliente ruta, la cordada no utilizó parabolts.

Durante la escalada, Aartun se vio obligado a hacer un A0, y aseguró que, en el caso de no poder superar la sección, se daría media vuelta, no metería ningún parabolt y esperaría a que la línea se formase adecuadamente. Así mismo, añadió que sin seguros perforados la escalada hubiera tomado tintes de tragedia. Finalmente, los noruegos se hicieron con la gran línea en estilo limpio.

Dos días más tarde, Aartun, junto a Annelin Hendriksen, se lleva una vía de 600 metros y dificultades de WI6: Pin-up. Se trata de una de las grandes líneas que cuelgan a la izquierda del valle.

Aartun cierra una excepcional temporada. Recordemos que en Patagonia realizó una de las mejores actividades abriendo Huit Linje, la primera vía en la cara este de la aguja Poincenot. A. ARABAOLAZA

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