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Jon Odriozola Periodista

El Pacto de Santoņa

Tras la caída de Bilbao el 19 de junio de 1937, el Ejército republicano se replegó a Cantabria. Se replegaron por la zona de Laredo y Santoña bajo la creencia de que serían evacuados vía marítima desde Santander. Lo primero que hizo el PNV en Santoña fue liberar a los 2. 500 presos franquistas detenidos en el penal de El Dueso

Desde el comienzo mismo de la guerra, el nacionalismo vasco trató de llegar a un acuerdo con los sublevados. Públicamente hablaban de resistencia al fascismo pero, a espaldas de las masas, negociaban en secreto con él. De todas esas negociaciones la más conocida es el Pacto de Santoña, concertado en agosto de 1937, por el que el PNV capitula ante los fascistas italianos. El PNV buscó estos contactos, bien directamente, bien a través del Vaticano, no descartando la posibilidad de convertir la patria vasca en un protectorado de Mussolini.

El 8 de mayo de 1937 (ya masacrada Gernika), el cardenal Pacelli, el futuro filonazi Pío XII, envió un telegrama a J. A. Agirre exponiendo las condiciones de la capitulación. El cable fue a parar al Gobierno de la República y no fue conocido por el Gobierno Vasco. El presidente Largo Caballero no comunicó su contenido a nadie salvo a cinco ministros. Actuaba en secreto al igual que Agirre. Pero le aguaitaban. Como en Barcelona, con los poumistas, una traición abierta podía precipitar una guerra dentro de la guerra también en Bizkaia.

El 13 de junio Ajuriaguerra prometió a los italianos quedarse en Bilbao garantizando que la villa quedara intacta, es decir, no tocar Altos Hornos. Por aquellas fechas se produjo el viaje a Roma del cura A. Onaindia para entrevistarse con el conde Ciano, ministro de Exteriores (y cuñado) del Duce. Llevaba las instrucciones que Ajuriaguerra le había dado (por ejemplo, se decía que «los vascos no son españoles», como antes Luis Arana dirá que la guerra es un asunto español y, por tanto, ajeno a Euskadi). Los negociadores vascos insistieron en que no debía aparecer como una rendición, sino que era preciso simular una victoria italiana.

Tras la caída de Bilbao el 19 de junio de 1937, el Ejército republicano se replegó a Cantabria. Se replegaron por la zona de Laredo y Santoña bajo la creencia de que serían evacuados vía marítima desde Santander. Lo primero que hizo el PNV en Santoña fue liberar a los 2. 500 presos franquistas detenidos en el penal de El Dueso. Por su parte, los italianos se comprometían a no entregar a los gudaris a las tropas de Franco y a autorizar la fuga de los dirigentes por mar. Había unos 30.000 hombres armados y 2.000 dirigentes. Los barcos que se supone que debían trasladarlos a territorio francés no llegaron. Ajuriaguerra cruzó las líneas supuestamente enemigas para entrevistarse en el Bilbao ocupado con mandos italianos y reiterar su capitulación ahora incondicional. Durante nueve días los prisioneros estuvieron bajo custodia italiana, mientras el general italiano Roatta discutía en Salamanca con Franco los detalles de la capitulación. El 4 de septiembre las tropas franquistas se hicieron con los prisioneros. El primer fusilado fue el comandante comunista del Batallón Facundo Perezagua, Manuel Eguidazu. No puedo extenderme más por razones de espacio.

Viene esta evocación a cuento de la expresión que ha escocido a mandarines e intelectualillos áulicos peneuveros «Santoña político» utilizada por A. Otegi y antes por Rafa Díez referida a un nervioso PNV que anda sin rumbo como gallina decapitada pero usando el doble juego de siempre. Como en Txiberta o Loiola.

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