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Una mujer moderna y liberal atrapada en el siglo XVIII

«La Duquesa»

«La Duquesa» hace honor al cine de época al haber ganado este año el Óscar al Mejor Vestuario, pero pretende ser más que un simple retrato de la Inglaterra aristocrática de la segunda mitad del siglo XVIII. Es el retrato de Georgiana Spencer, una mujer adelantada a su época, y que fue antepasada de Diana Spencer, quien tal vez heredó su rebeldía.

Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

¿Qué sería de los intérpretes ingleses sin el cine de época? A veces da la impresión de que tal género existe única y exclusivamente para que éstos se luzcan interpretando a fantasmas de pasado que, con sus actuaciones llenas de vivacidad, convierten en seres reales de carne y hueso, casi tangibles. A sus 24 años, Keira Knightley es un precoz ejemplo de la actriz especializada desde sus inicios en encarnar personajes históricos o inspirados en ellos, tanto, que incluso se le ha llegado a reprochar una excesiva querencia por vestir con corsés apretados, de la cual quiere desprenderse tras el rodaje de «La duquesa».

Para ella esas películas, cómo lo serán también para los espectadores que disfrutan de ellas, suponen un refugio ideal para huir del presente. La actriz inglesa parece feliz en las escenificaciones retrospectivas de «Piratas del Caribe», «El rey Arturo», «Orgullo y prejuicio», «Expiación» o «Seda»; mientras que su relación con la prensa diaria y los medios de comunicación en general la trae por la calle de la amargura. Es como si sólo se interesasen por su imagen, por su delgadez, cuando basta observarla en sus apariciones infantiles y adolescentes para darse cuenta de que su constitución física es así. Sin embargo, la acosan una y otra vez con el tema, manteniendo la constante sospecha en torno a una posible anorexia, enfermedad que nunca ha padecido. Esto es algo que afecta directamente a su trabajo, puesto que su aspecto externo forma parte del mismo. En más de una ocasión ha estado a punto de dejarlo todo y de retirarse, sobre todo a raíz de las ganancias obtenidas con la saga de «Piratas del Caribe», suficientes para vivir de rentas. Tuvo que ser muy duro ver a los productores retocando su figura para los carteles, lo que ha ocurrido varias veces, debido a la obsesión que lleva a la utilización del fotoshop cuando se trata de mostrar su cuerpo, al que añaden las curvas y formas que no tiene. Carece de sentido, puesto que si querían a una actriz más llenita no faltan otras con fama que sí lo son.

«La duquesa» ha sido ya el colmo de la persecución mediática para Keira Knightley, debido a que esta vez no la ha salvado ni el hecho de que sea una película de época. Pero se veía venir, porque, desde la publicación del libro de Amanda Foreman, el contenido del mismo ha sido directamente relacionado con la reciente biografía de Diana de Gales, con lo que la increíble conexión entre la corte del siglo XVIII y el interés de los tabloides por los escándalos de la actual monarquía inglesa ha resultado inevitable. Todo ello viene a cuento de que la protagonista de la novela, Georgiana Spencer, más conocida como la Duquesa de Devonshire, era una antepasada de Diana Spencer. No voy a intentar explicar el parentesco porque me perdería, pero Lady Di descendía de la familia de un hermano de la tal Georgiana. El detalle ha sido más que suficiente para que se establezcan un sinfín de paralelismos entre ambas mujeres, a pesar de los más de los siglos que las separan en el tiempo. La primitiva Spencer es presentada como una adelantada para la sociedad en la que le tocó vivir, una especie de pionera del feminismo aristocrático. Y al haber sido una rebelde, las comparaciones surgen de forma inmediata. A la pobre Keira Knightley le ha tocado hablar por su personaje, habiendo de responder a la cuestión en cada una de las ruedas de prensa para presentar la película. No le quedaba otra, ya que la misma campaña de promoción ha utilizado conocidas frases de Diana Gales, como la de «había tres personas en su matrimonio», que es una forma de decir que las dos mujeres tuvieron que soportar una relación triangular en su vida privada, intentado conservar la sonrisa durante las apariciones en público para disimular su íntimo dolor.

Aunque «La duquesa» no aluda explícitamente a lo que de noticiable hay en el trasfondo de la trama, no es menos cierto que si resulta histórica es por la ambientación, pues no falta la intención actualizadora. Desde que Sofía Coppola realizó su «Maria Antonieta» descubrió la clave para rastrear signos de modernidad en tiempos pasados, mediante la conversión de una mujer distinguida dentro de la corte en impulsora de nuevas tendencias. Cada periodo ha tenido su moda, así que la forma de vestir o de comportarse en sociedad de estas mujeres señaladas actúa a modo de termómetro del cambio coyuntural. La duquesa de Devonshire diseñó ropa y tocados femeninos, en cuanto dedicación que le servía para superar su crisis matrimonial y sentirse realizada en una dimensión más pública, lejos del obligado sometimiento a su marido y señor. Su gran mérito consistió en superar la dependencia que supuso su casamiento a los 17 años con un poderoso e influyente noble, que sólo quería de ella descendencia masculina para tener un sucesor. En lugar de eso le dio hijas, haciendo de la feminidad una manera de contestación, a través de la cual crear un mundo propio y liberado. Hasta llegó a ser amiga de la amante que él le quiso imponer en su hogar común, además de aceptar como propia a la hija nacida de la relación oculta con una criada de la mansión familiar.

A la película de Saul Dibb, realizador formado en la televisión inglesa, se le ha achacado concentrarse demasiado en los aspectos melodramáticos del conflicto que vivió como mujer Georgiana Spencer. Es de justicia reconocer que es difícil equilibrar todos los elementos que reúne una puesta en escena de época, máxime al tener que conciliar la esfera pública con la privada de la protagonista. No cabe duda de que se ha puesto un énfasis especial en lo externo, palpable en las dos nominaciones a los Óscar que ha tenido y que han sido al Mejor Vestuario y a los Mejores Decorados, obteniendo la estatuilla finalmente para los diseños de vestuario de Michael O'Connor. En consecuencia, el público siempre se va a quedar más con lo superficial de la personalidad de la heroína, y tal vez no tanto con su interés por temas que entonces estaban únicamente reservados a los hombres. La duquesa de Devonshire influyó mucho en política, al apoyar las corrientes liberales que precedieron a la Revolución francesa y a la independencia de las colonias en ultramar desencadenada durante el reinado de Jorge III. Sin embargo, el argumento reduce un tanto su participación en política al romance con Charles Grey, representante del partido de los Whigs, al que conoció en su juventud y que luego fue su amante. El joven reformista es encarnado por Dominic Cooper, un actor visto en «Mamma Mia!» y seguramente elegido para el papel porque nunca haría sombra a la actriz estelar. En ese sentido hay que alabar la profesionalidad de Ralph Fiennes, consciente de su cometido complementario en el modo de solventar la papeleta del marido antipático, más interesado por sus perros que por su mujer. Y de sentirse atraído por alguien del sexo opuesto prefiere a Lady Foster como querida, interpretada por la más sensual Hayley Atwell, al menos en un sentido material.

Hayley Atwell, en películas de época

En Inglaterra hay tantas actrices con talento que, a veces, tiene que venir alguien de fuera para descubrirlas. Es el caso de Hayley Atwell, a la que Woody Allen dio su oportunidad en «El sueño de Cassandra». Aunque era un thriller de suspense contemporáneo, después ha tenido que pasar por el peaje del cine de época, con una aparición en la adaptación televisiva de la novela de Jane Austen «Mansfield Park». Para la pantalla grande ha protagonizado la nueva versión de «Retorno a Brideshead», además del importante rol secundario que desempeña en «La duquesa», como la amiga y rival de Keira Knightley.

Mikel INSAUSTI

PARENTESCO

Un lejano parentesco une a la protagonista Keira Knighley con Lady Dy, hecho que ha llevado a que se establezcan todo tipo de paralelismos entre ambas mujeres, desde sentimentales hasta en cuestiones de salud.

PIONERA

El énfasis del director en la esfera pública del personaje,hace que la atención se centre en aspectos más superficiales. Así queda en un segundo plano su interés por temas que en su época estaban únicamente reservados a los hombres.

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