Ainara Lertxundi Periodista
Pueblo tamil, pueblo olvidado
El conflicto que enfrenta al pueblo tamil con Sri Lanka es uno de ésos que aparece y desaparece con enorme facilidad de la agenda mediática y del que apenas se habla, pese a que la situación es más que alarmante. Según el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, desde el 20 de febrero de este año han muerto 2.800 civiles y 7.000 han resultado heridos, la mayoría en las denominadas por el propio Gobierno cingalés como «zonas de seguridad». Mientras, cerca de 250.000 tamiles siguen atrapados en la región de Vanni, bajo control de la guerrilla tamil, a la espera de una ayuda que Sri Lanka bloquea. En los últimos cinco meses ha permitido la entrada de comida y medicinas en un porcentaje ínfimo: menos del 8%. Cada cierto tiempo llega un parte militar sobre las bajas del enemigo. Sin ir más lejos, el domingo se congratuló de haber matado a 420 supuestos guerrilleros tamiles, entre los que asegura que había históricos líderes. «La única que no ha sido limpiada es la zona humanitaria», dijo con total tranquilidad el general Udaya Nanayakkara. Las tropas se despliegan en torno a la zona humanitaria. Los analistas han advertido de que podría ser la fase más difícil y sangrienta.
En medio de la tragedia, varias organizaciones tamiles capitaneadas por la organización británica Act Now han patrocinado el envío de una misión humanitaria a Vanni. La cita fue el 31 de marzo en Londres. A ella acudieron caras conocidas, diputados laboristas y conservadores. Las intervenciones fueron variadas. De ellas, me quedo con la reflexión de Tim Martín, de Act Now. «Los datos no difieren mucho de la situación que se vive en el Congo, pero ésta capta la atención internacional. El último centro médico que tenía mayor capacidad en territorio tamil ha dejado de funcionar por falta de medicinas. Su cierre pone en extremo riesgo a los civiles heridos en la zona de conflicto». El presente y el futuro no se antojan fáciles para el pueblo tamil, tan lejano en la geografía. Y menos con la cadena de silencios cómplices y desinterés que rodean a esta triste, pero no nueva, realidad.