CRíTICA cine
«Un cuento de Navidad»
Mikel INSAUSTI
Cuando un cineasta está en boca de todos, y por culpa del secular atraso cultural que padecemos, uno, que no ha podido ver ninguna de sus anteriores películas, se queda con cara de idiota. Espero que se me empiece a cambiar a partir de ahora, gracias al estreno minoritario con contadas copias en versión original de «Un cuento de Navidad». Es el séptimo largometraje ya de Arnaud Desplechin, al que habrá oportunidad de conocer un poco mejor en el próximo Zinemaldia donostiarra, dentro del ciclo dedicado al novísimo cine francés. Las barreras idiomáticas siguen siendo difíciles de salvar, incluso cuando están separadas por una muga situada a pocos kilómetros de distancia. Lo paradójico del asunto es que el cine del último enfant terrible nos llega por vía norteamericana, ya que en los Estados Unidos Desplechin se ha convertido en un autor de culto, a sabiendas de lo mucho que les gusta todo lo relacionado con las familias disfuncionales y el melodrama navideño. Para ellos ha tenido que resultar mucho más provocativo y rompedor que Wes Anderson y «Los Tenenbaums», aunque «Un cuento de Navidad» venía precedida de las buenas críticas en Cannes que preparaban el terreno.
«Un cuento de Navidad» es una experiencia agotadora pero reconfortante para el cinéfilo interesado en descubrir nuevos talentos, porque Arnaud Desplechin lo es por derecho propio. En la butaca el espectador nunca se va a sentir cómodo, lo que no le va a impedir quedarse hasta el final de la proyección. El geniecillo de Roubaix es de los que te mantiene despierto y atento, por más que te haga sufrir como sufren sus personajes en pantalla. Sin embargo, se agradece su esfuerzo y es un aliciente la posibilidad de compartirlo, porque no todos los días se tiene oportunidad de ver una película trabajada hasta la extenuación, con tal de no caer en lo ya hecho por otros. Desplechin es un culo inquieto, alguien que lo prueba y lo experimenta todo, que se deja guiar por el instinto para buscar fórmulas no trilladas, dando vía libre a la improvisación de sus intérpretes. La única red con la que cuentan éstos en su arriesgado ejercicio de equilibrismo sobre el fino alambre de la palabra, es la de unos diálogos escritos a conciencia, elaborados sobre referencias literarias que pasan por Nietzsche o Ralph Waldo Emerson. Del primero toma el conocimiento de uno mismo, del segundo la necesaria modificación de las costumbres. El que Desplechin de prioridad al texto no quiere decir que descuide la imagen, ya que es capaz de invocar al mismísimo Howard Hawks en su clasicismo reinventado. Por no hablar de Renoir o del cine mudo, pues le encanta la utilización del «ojo de buey», rescatado por Julio Medem de las filmotecas para «Vacas». En el fondo no deja de ser como un nieto de Bergman y lo digo debido a que su disección familiar va mucho más allá de la fase de partida psicoanalítica, además de dejar a un lado los condicionamientos sociales que Ken Loach planteó en «Family Life», ahora relanzada en DVD. Desplechin viene a decir que la familia sufre una locura congénita, de la que ninguno de sus miembros se puede librar. Hoy en día ha surgido la figura del hijo concebido para curar a otro enfermo, y que en «Un cuento de Navidad» se convierte en una posibilidad inquietante y perturbadora. Es el hermano encarnado por Mathieu Amalric el que carga con esa terrible responsabilidad, la cual le convierte en un ser inestable y desesperado. Lo que cura también puede matar en la familia Vuillard.
Título original:
`Un conte de Noël'.
Dirección:
Arnaud Desplechin.
Intérpretes: Mathieu Amalric, Catherine Deneuve, Anne Cosigny, Jean-Paul Roussillon.
País: Estado francés, 2008.
Duración: 143 m.