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Nicola Lococo Filósofo

Infantil rentabilidad

En tiempos de crisis es fácil comprender que una madre rumana haya vendido a su bebé -espero que tras haber sido indemnizada por ZP con los 2.500 euros correspondientes-, dado el alto coste que supone hoy en día mantener a un vástago. Así se explican mejor esos reclamos publicitarios en los que cruceros de lujo y agencias de viaje anuncian eso de ¡niños gratis! a bombo y platillo... Y es que, como el lastre, librarse de un niño puede ser la única estrategia que una familia tiene para salir a flote en este libre mercado. Y, mira por dónde, también se disculpa a aquellos padres de los cuentos infantiles que llevaban a sus hijos al bosque para perderlos de vista.

Lo que no deja de asombrarme es que una pareja compatriota de la susodicha se haya atrevido a comprarlo por la respetable cifra de 2.000 euros, de los que creo no estarán sobrados. De ahí que no me escandalice que tuvieran en mente dedicarlo a la mendicidad, pues de otro modo no acierto a comprender de qué manera podrían permitírselo. Empero, las cuentas siguen sin cuadrar, pues un mendigo profesional, por mal que le vayan las cosas, viene a sacar unos 20 euros diarios. Suponiendo que realizar la actividad bebé en brazos pudiera reportarle doblar como la banca sus ingresos, necesitaría no menos de 100 días para recuperar su capital.

Mas sucede que los cuidados que requiere un recién nacido a lo largo de un año superan con creces los 4.000 euros. Se aprecia claramente que la optimización de la mercancía adquirida no es nada del otro mundo. Si a ello le sumamos que su aprovechamiento futuro no supera el quinquenio, momento en el cual Asuntos Sociales desea ejercer su particular control de tan preciado recurso, de no enseñarle bien el arte del robo y la usurpación, poco contribuirá a la riqueza familiar, mientras sus gastos no dejan de aumentar en alimentación, vestimenta, escolarización, hasta bien entraditos los 18 años, edad en la que ellos perderán un hijo, y la entera sociedad, las multinacionales, el Gobierno, y el Estado ganarán un contribuyente, un consumidor, mano de obra barata, un votante y un largo etcétera que duele recitar de sólo pensar en que todos se benefician, menos quienes más invirtieron en su compra. Con esta perspectiva por delante, más rentable sale dedicar estas inversiones al tráfico de órganos y a la industria pornográfica, que tiene mayor proyección capitalista.

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