Lo que hoy es para muchos de nosotros un período vacacional más, comenzó siendo una celebración de carácter ancestral a la primera luna llena de primavera. Un hito astronómico cuyo descubrimiento debemos, al parecer, a los primeros hombres nómadas.

Esta festividad fue adoptada por la Iglesia para celebrar la Pascua de Resurrección y dio lugar a lo que conocemos como Semana Santa. Sin embargo, no fue hasta el año 525 que se llegó a un consenso en cuanto al día exacto de su celebración: el domingo inmediatamente posterior a la primera luna llena después del equinoccio de primavera. Fecha que puede oscilar entre el 22 de marzo y el 25 de abril, pero que cumple el requisito que marca el refrán «No hay carnaval sin luna ni Semana Santa a oscuras».

Hay quien afirma que, debido al cambio de luna, siempre hace mal tiempo; que la Iglesia conocía este hecho desde la Edad Media y que por eso se colocó la Semana Santa en éstos días... ¿Mal tiempo siempre en Semana Santa? Lo cierto es que en esta época del año es normal que la atmósfera esté muy cambiante (para muestra, éstos días) e inestable. Será por eso que un conocido presentador del tiempo ha llegado a decir: «Temo a estas fechas más que a una vara verde».

Con inestabilidad atmosférica o sin ella, incluso con las discrepancias habituales sobre si nuestro satélite influye o no en el tiempo, siempre según el refranero, mirar su cara y saber interpretar sus aspectos nos puede ayudar a saber lo que puede ocurrir en las siguientes horas con el tiempo: «Cerco de luna, agua segura», «Luna brillante, buen tiempo por delante», «Luna pálida anuncia agua; roja, viento y blanca, buen tiempo».