Anjel Ordóñez Periodista
Caída y auge de Jesús de Nazaret
En las iglesias hoy no hay hostias, o por lo menos no las reparten. Una antigua tradición cristiana prohíbe celebrar el sacramento de la eucaristía en el día de la muerte de Cristo, en señal de duelo. Tiene sentido. Al fin y al cabo, la hostia es el cuerpo de Jesús, y meterse en la boca a un recién fallecido resultaría desagradable; lo sería en la realidad y lo es en lo simbólico. Y aunque no tiene relación aparente, mañana en los quioscos no hay periódico, aviso para los despistados. Pero no me quiero desviar: hoy es Viernes Santo, la culminación de la Semana Santa que comenzó el pasado viernes, el de los Dolores. Y para dolores, los que padeció el nazareno, primero camino de la cruz y después colgando de ella. Sólo hay que ver las fotos (cuadros).
Ayer, Jueves Santo, tuvo lugar la Misa Crismal que, como su propio nombre indica, está dedicada a consagrar el Santo Crisma (con el de los catecúmenos y el de los moribundos, uno de los tres óleos sagrados). Anoche Cristo degustó cordero en la Cena Pascual, la última. Aquellos sí eran corderos. Y mañana es Sábado Santo o también Sábado de Gloria, día en el que Jesús descendió a los abismos, y en el que se conmemora la Vigilia Pascual, celebración litúrgica en que los oficios religiosos se inician en una negra oscuridad para luego prender el grueso Cirio Pascual, que representa al Dios que a punto está de regresar de entre los muertos. Ya va pasando lo peor, Pascual.
Llegamos al Domingo de Resurrección, en el que Cristo triunfó sobre la Muerte en desigual combate. A partir de ahí empezaría a aparecerse a los apóstoles, como en las noches de Cuatro, pero en versión sagrada. Este día se celebra en algunos pueblos una bonita tradición en la que se apedrea, lincha o quema un muñeco que representa a Judas Iscariote, el apóstol que traicionó a Cristo con un beso en el huerto. El lunes también es fiesta, Lunes de Pascua. Y hasta el lunes siguiente no hay clase en la ikastola. Ya tienen el calendario completo.
Debo reconocer que no hay nadie como la Iglesia para montar fiestas. Un virtuosismo, un lujo de detalles, un derroche de recursos... Acuérdense, mañana no hay periódico. Amén.