Karpin, refugio de historias de tráfico ilegal y abandono de mascotas
Dos puercoespines serán los próximos en sumarse a la fauna del parque vizcaino Karpin Abentura. Arrastran una historia de maltrato, no muy diferente de la de otros animales de este centro y que revelan la lacra del tráfico ilegal o la afición a las mascotas exóticas.
Joseba VIVANCO
Luna tiene cuatro años. Es una preciosa hembra de puma, la última inquilina del centro de acogida animal Karpin Abentura, en el valle vizcaino de Karrantza. Este ejemplar pasó casi sus dos primeros años de vida encerrado en un recinto para perros de un hotel canino, que se hizo cargo de él después de ser decomisado en Tenerife, víctima del tráfico ilegal. A principios de 2008 comenzaron los complicados trámites para su traslado al Karpin, hasta el punto que la compañía Spanair se hizo cargo de su viaje en avión. El 2 de noviembre llegó a Karrantza, donde los 2-3º de temperatura de aquellos nevados días contrastaban con los 17-18º de tierras canarias. Calefacción y mantas en una madriguera le ayudaron a aclimatarse.
El caso de Luna es uno más de las historias de maltrato animal que en este parque tratan de hacer olvidar a quienes lo han sufrido. «Hoy, convive con su compañera de instalación en un gran recinto exterior y, aunque sigue manteniendo su carácter agresivo, puede disfrutar de una vida más apropiada para este tipo de animales», tranquiliza Pedro Abad, responsable del centro.
Esa compañera es Nala. Llegó hace dos años. El suyo es el típico caso de un gran felino que vive como mascota en un domicilio particular, que crece de tamaño y su dueño ya no puede con él. «La triste realidad es que muchos felinos como éste, muchos de origen ilegal, viven en pésimas condiciones en pequeñas jaulas de jardines particulares sin que las autoridades ni los vecinos lo sepan», denuncia. ¿Recuerdan el caso de la famosa pantera fantasma vista hace unos años en Bizkaia? Quién sabe...
«Mascotas ideales»
Como una «mascota ideal» fue vendido cuando era un cachorro Amy, un mapache sobre el cual al comprador le garantizaron que era «como un perrito». Pero nada más lejos de la realidad. A los pocos meses era ya incontrolable dentro de casa: rompía muebles y cortinas y mordía a los dueños cuando intentaban cogerlo.
«Estos pequeños carnívoros, de aspecto simpático, son vendidos como mascotas cada vez con más frecuencia. Muchos terminan por escaparse o son liberados en el campo», advierte Pedro Abad. El resultado es que especies como el mapache se están extendiendo por zonas de Europa como una especie invasora más.
Pero la principal preocupación sigue siendo el tráfico ilegal de animales. A Sara la capturaron muy lejos de Karrantza, en el Atlas marroquí, cuando sólo contaba dos años de edad. Es una hembra de macaco que fue introducida en Andalucía, de donde escapó de sus dueños, fue capturada en la calle y acabó en una jaula para gatos de una perrera municipal. Las malas condiciones y la pésima alimentación le provocaron graves trastornos síquicos y físicos, «totalmente deprimida, sin reaccionar a estímulos, tirada en el suelo la mayor parte del tiempo. Y cuando estaba activa se mordía los brazos y se arrancaba el pelo de la cabeza», cuenta el responsable del parque.
Localizada en esas condiciones por una voluntaria que la cuidó, ésta trató de buscarle refugio en Europa y África, hasta que terminó en el Karpin en abril de 2006. «Fueron necesarios más de cuatro meses de trabajo hasta que, finalmente, Sara pudo ser introducida en el grupo de macacos del parque», detalla Abad, habiendo casi desaparecido todos sus «comportamientos aberrantes».
Entre esos macacos está también Nova, víctima igualmente del tráfico ilegal, introducida en Catalunya y desde marzo de 2007 en Karrantza. Nueve meses de trabajo y varias intervenciones veterinarias se necesitaron para introducirla en el grupo. Al menos, la aceptaron. Al gato montés atrapado en un cepo furtivo hace nueve años en La Rioja, la amputación de la pata anterior derecha le impidió sobrevivir por sí mismo en la naturaleza y le condenó a pasar el resto de su vida en cautividad en Karpin Abentura.
Felinos, monos, hurones, pero también tortugas, iguanas, serpientes y una cada vez más larga lista de animales acaban siendo víctimas del creciente hábito de tener mascotas exóticas. En el Karpin lo saben muy bien. Es un centro de acogida de animales silvestres y educación ambiental, visitado por miles de personas cada año. La puesta en conocimiento de algunas de las historias de estos ejemplares propicia, según su responsable, «que la población sea consciente de estos problemas y actúe en consecuencia, no demandando estos animales». Pedro Abad invita a aquellas personas que se quieren deshacer de especies como iguanas y tortugas, «habituales estorbos cuando crecen», a que, en lugar de llevarlos hasta el Karpin, lo hagan a centros de acogida animal más cercanos, ya que es allí a donde finalmente se derivan la mayoría de ellos.