Después de varios días contando muertos, buscando desaparecidos y soportando la visita de televisivos personajes, en Italia han llegado a la conclusión de que la arena de mar oxida el cemento armado utilizado para las construcciones de la zona desvastada por los movimientos sísmicos. Una vez más la ancestral sabiduría italiana lanza un mensaje metafórico. En los edificios derrumbados han encontrado además, que los pilares contenían menos hierro que el que se obliga como medidas antisísmicas. Es decir, la corrupción se convierte en arena de mar, en arena de playa, en una imagen bien bucólica, casi mítica.

Ahora mismo las autoridades están atemorizadas porque las mafias diversas están ya preparándose para la reconstrucción de lo derruido. Son cientos de millones de euros que llegarán casi de inmediato y ya existen muchos grupos de presión dispuestos a comérselos y comprar millones de metros cúbicos de arena de mar, que es bastante más barata que la de cantera. Quizás la gangrena que acaba con toda noción democrática sea el uso de tanta arena de mar en tantos asuntos políticos y financieros.

Así se me asemeja la constitución del futuro gobierno de Pachi López: millones de camiones repletos de arena de mar, poniendo sacos terreros en Ajuria Enea, colocados en las plantillas de EITB para que vayan corroyendo los pocos fundamentos periodísticos existentes, con los consejeros y ministros apareciendo en helicóptero para visitar la herida mortal al paisaje vasco que ellos llaman, junto a los cínicos desalojados de sus reservas de sacos de arena vieja, tren de alta velocidad. La ley de partidos es una serie de fundamentaciones seudo jurídicas confeccionadas con arena de mar muy corrosiva que diluye cualquier atisbo democrático que quiera justificarse con tal despropósito. Y saben, de sobra que lo saben, los que van a llegar con sus faltriqueras a gobernar que lo hacen en contra de la voluntad popular, en contra de la historia y que será el gobierno más nefasto, más breve y más antidemocrático que se conozca. Y no insistan con la cantinela escapista de que cumplen sus leyes, porque Franco, también cumplía sus propias leyes.