El Ejército tailandés trata de aislar a tiros las protestas de la oposición
El mismo Ejército que asistió cómplice al derrocamiento del Gobierno legítimo hace meses reprimió ayer, incluso con fuego real, a sus partidarios, condenados ahora a la oposición. La jornada se saldó con un centenar de heridos y dos víctimas mortales, según fuentes oficiales, «muchas más» según el líder de la oposición en el exilio. El objetivo del Ejército es aislar las protestas en torno a la sede del Ejecutivo e impedir la llegada de más manifestantes.
GARA | BANGKOK
El Ejército tailandés no dudó en hacer uso de fuego real para intentar forzar la retirada de las calles de los opositores, en un intento de cercarlos en los alrededores de la sede del Ejecutivo e impedir la llegada de refuerzos de otras partes de la capital, Bangkok.
Los manifestantes, identificados con sus camisas rojas, trataron durante toda la jornada de contener el avance de los soldados, armados con fusiles automáticos, lanzándoles cócteles molotov y piedras. Los soldados respondían con fuego real y gases lacrimógenos.
La jornada de protestas y represión se saldó con al menos dos personas muertas y alrededor de un centenar de heridos. No obstante, fuentes opositoras elevaron la cifra de víctimas mortales a varias decenas.
Siempre según la versión gubernamental, dos hombres de 19 y 54 años murieron por disparos en una trifulca entre manifestantes y vecinos que les increpaban por su actitud.
Los enfrentamientos estallaron al alba alrededor del centro comercial Din Daeng, ocupado desde hace días por la oposición. Los militares trataron de desalojarles y cargaron contra varios miles de activistas que bloqueaban desde el viernes una de las principales arterias de la ciudad.
El portavoz del Ejército aseguró que, antes de cargar, los oficiales al mando de las tropas intentaron negociar con los cabecillas, pero añadió que la respuesta de los manifestantes fue enfilar autocares en marcha contra los soldados.
Durante toda la jornada, los manifestantes erigieron barricadas y desafiaron la creciente presencia militar en muchos barrios de la capital, incendiando al menos siete autobuses y asaltando una sede del Ministerio de Educación.
A lo largo del día, los soldados dispararon sus rifles en repetidas ocasiones para disolver a los grupos de manifestantes que reaparecían en varias zonas de la capital, alentados por la última consigna del ex primer ministro Thaksin Shinawatra, su líder y quien la noche anterior, desde el exilio, llamó a los suyos a proseguir con la revuelta.
«Muchos muertos»
En declaraciones a CNN, el ex primer ministro exiliado acusó al Gobierno de mentir sobre el balance de víctimas. «Muchas personas han muerto», aseguró.
El Gobierno anunció que había adoptado medidas destinadas a asegurar su control sobre la puertos y aeropuertos.
«El Comando de Operaciones de Emergencia utilizará todos los medios disponibles para restablecer rápidamente el orden y reabrir el tráfico para que la población pueda retomar sus vidas», amenazó el jefe de las Fuerzas Armadas, Songkitti Jaggabatara, tras mantener una reunión urgente con los altos mandos castrenses y policiales.
Enviados desde la frontera con Camboya y pertrechados para el combate convencional, el portavoz del Ejército, coronel Sansen Kaewkamnerd, aseguró que los soldados fueron haciéndose lentamente con el control de la situación.
«Las tropas y la Policía han conseguido limpiar de manifestantes muchas áreas de la ciudad», coincidió ante los periodistas el portavoz del Gobierno, Panithan Wattayanakorn.
Entretanto, unos 10.000 partidarios de Shinawatra, depuesto en el golpe de Estado perpetrado por los militares en 2006, seguían atrincherados tras neumáticos y vayas metálicas en varias calles próximas a la sede gubernamental, y atacaban con bombas incendiarias el cuartel general del Ejército, causando daños menores.
El objetivo inmediato del Ejército parecía ser mantenerlos cercados «en un sólo lugar para impedir la llegada de más manifestantes».
El primer ministro no electo, Abhisit Vejjajiva, decretó el estado de excepción en Bangkok y en cinco provincias vecinas a la capital el domingo, un día después de que fuera cancelada la celebración de la Cumbre asiática, cuya sede fue asaltada por los camisas rojas para exigir la renuncia del Ejecutivo y la disolución del Parlamento para la convocatoria de nuevas elecciones generales.
Hacia el mediodía, en un breve discurso transmitido por los canales estatales de televisión, el primer ministro instó a los manifestantes antigubernamentales a retirarse de las calles de Bangkok y pidió la cooperación de la población para «restablecer el orden» en la capital.
Bangkok debía en principio celebrar ayer la fiesta de Songkran, durante la cuál la gente se solaza disparándose con pistolas de agua. No obstante, el ambiente festivo brillaba por su ausencia y la gran parte de tiendas y establecimientos permanecían cerrados.
Esta vez sí
Contrariamente a lo que ocurrió durante las manifestaciones de la oposición monárquica que arrinconaron al Ejecutivo pro-Thaksin durante todo 2008 y forzaron su caida en diciembre, el Ejército no ha permanecido esta vez pasivo contra las protestas. Esta vez no ha dudado en llegar a hacer uso de fuego real para reprimir unas protestas que exigen nuevas elecciones y recuerdan que el actual Ejecutivo no cuenta con legitimidad electoral alguna.
A última hora de la jornada, el primer ministro anunció que «la misión para retaurar el orden está a punto de culminar» aunque instó al Ejército a «seguir firme».
«La mayor parte de los desórdenes han sido reprimidos, a excepción de la concentración en torno a la sede del Gobierno», anunció Abhisit. «El Gobierno mantiene su política de indulgencia y de negociación para evitar la menor pérdida posible en vidas humanas», añadió el político.
Buena parte de las cancillerías mundiales no compartían su optimismo. Australia, que cuenta con 55.000 personas afincadas en el país, les urgió a permanecer en sus casas y a evitar concentraciones.
Las autoridades de Hong Kong, Filipinas, Malasia y Corea del Sur lanzaron consignas similares. El Gobierno japonés advirtió a sus nacionales que no porten camisas rojas o amarillas para no ser confundidos en la vorágine de enfrentamientos.
Preocupación por el turismo
Holanda, Bélgica y Austria aconsejaron a sus ciudadanos evitar los viajes a Bangkok y alrededores. «Muy preocupada» por la situación, la presidencia checa de la UE recordó al Gobierno tailandés que «es su responsabilidad proteger tanto a los ciudadanos tailandeses como extranjeros».
Tailandia es un destino turístico de primer nivel para muchas agencias occidentales y el turismo es una importante fuente de divisas para el país.
Operadores occidentales se felicitan de que, de momento, no han constatado anulaciones importantes de los viajes al país.
Un país en llamas pero al turismo, ni tocarlo.
Los manifestantes trataban de contener el avance de los soldados con piedras y cócteles molotov. Estos respondían con fuego real y gases lacrimógenos.
Unos 10.000 seguidores del depuesto Shinawatra seguían atrincherados en las calles próximas a la sede del Gobierno. El Ejército trataba de evitar la llegada de más manifestantes.
La oposición erigió barricadas y desafió al Ejército incendiando al menos siete autobuses y atacando una sede del Ministerio de Educación.
El primer ministro no electo, Vejjajiva, instó al Ejército a mantenerse firme y aseguró que la misión «para restaurar el orden» estaría a punto de terminar.
La crisis política tailandesa, que cumple ya tres años, es un teatro de operaciones entre facciones enfrentadas en relación con el ex primer ministro en el exilio Thaksin Shinawatra.
Thaksin Shinawatra (59 años): Magnate de las telecomunicaciones, fue elegido en 2001 y reelegido cuatro años después. Este autodidacta originario del norte del país es adulado por las clases más desfavorecidas pero odiado por las élites de Bangkok. El Ejército le destituyó en 2006. Vive en el exilio tras haber sido condenado en su país por varias acusaciones de corrupción.
Abhisit Vejjajiva (44 años): Asumió en diciembre pasado el cargo de primer ministro al calor de una ola de protestas y gracias a un oscuro golpe de mano parlamentario. Apoyado por el Ejército, dirige el Partido Demócrata, que dominaba la escena política hasta la irrupción de Thaksin. Su Gobierno se apoya en una frágil coalición que incluye varios tránsfugas del grupo de este último.
Camisas rojas: Son los seguidores de Thaksin del Frente Unido por la democracia y contra la dictadura, que lidera las protestas antigubernamentales actuales. El movimiento nació en 2008 para contrarrestar a los Camisas amarillas (militantes monárquicos hostiles a Thaksin),
Camisas amarillas: Militantes de la Alianza del Pueblo por la democracia (PAD), fundado en 2005 para luchar contra Thaksin. Este movimiento, que aclama al rey Bhumibol Adulyadej (81 años), es financiado y apoyado por las èlites de Bangkok.
Las manifestaciones amarillas contribuyeron a la caida de Thaksin en 2006. Pero, tras 15 meses de gobierno militar, la PAD se negó a aceptar el veredicto de las urnas, que devolvieron el poder a los partidarios del depuesto primer ministro.
Fue entonces cuando lanzaron una campaña de manifestaciones que se tradujo en ocho días de bloqueo de los aeropuertos de la capital y que culminó con la salida del poder de los aliados de Thaksin en diciembre de 2008.
Camisas azules: Oscura milicia pro-gubernamental ligada a los hijos del presidente del Parlamento, Newin Chidchob, otrora aliado de Thaksin al que abandonó en diciembre para abrir las puertas del poder a Abhisit y a su Ejecutivo elitista.
El movimiento hizo acto de aparición en marzo cuando tomó el aeropuerto de Bangkok antes de un eventual asalto por parte de los camisas rojas.
El Ejército: La cúpula militar se mantiene en el centro de la escena política tailandesa, escenario de 18 golpes de estado desde que el país cayó bajo un régimen de monarquía constitucional en 1932.
La ira popular contra el Ejército conoció su cénit en 1992, tras la sangrienta represión contra manifestaciones que exigían el fin del gobierno militar de turno.
Tras haber destituido a Thaksin en 2006, el Ejército se mantuvo en el poder durante 15 meses, tras los que lo abandonó formalmente después de pedir «excusas». Desde entonces hasta estos días ha permanecido cómplicemente pasivo, incluso durante las violentas protestas de los camisas amarillas del año pasado.
El rey: El monarca Bhumibol ha visto desfilar ante él a 25 primeros ministros y ha rubricado 18 constituciones desde su ascenso al trono en 1946. Evita generalmente pronunciarse en tiempos de crisis, salvo en los disturbios de 1992 reprimidos por el Ejército.