La creciente presión de los piratas somalíes está obligando a EEUU a volver la vista sobre Somalia tras casi dos decenios en los que Washington sólo ha intervenido a través de terceros.

La derrota militar estadounidense en plena guerra civil somalí a principios de los noventa -derribo de dos Blackhawk incluido- a manos de las milicias de Mohamed Farrah Aidid quedó grabada en la sique estadounidense y forzó la decisión de Washington de no empantanarse en los siempre peligrosos conflictos africanos.

Casi cuatro lustros después, el fenómeno de la piratería en las costas somalíes ha encendido las luces rojas de las principales potencias mundiales. El abordaje hace días de un mercante estadounidense y la liberación el pasado domingo de su capitán -en un operativo que se saldó con la muerte de tres piratas- ha supuesto el bautismo de fuego de la Administración Obama en este tipo de crisis.

Enviado especial

Coincidiendo con la crisis, un congresista estadounidense, Donald Payne, llegó ayer a Mogadiscio -primera visita oficial en años- para presionar a las autoridades locales en un intento de poner coto a los crecientes abordajes de barcos.

Payne, presidente del subcomité para Asuntos Exteriores en África, se reunió con el presidente y el primer ministro del Gobierno títere somalí.

Horas después, pudo comprobar en persona que Somalia sigue siendo zona de alto riesgo. El avión en el que abandonó el país fue atacado con fuego de mortero en el momento de despegar. Fuentes oficiales aseguraron que el aparato salió indemne del ataque, atribuido a las milicias islamistas que luchan contra el Gobierno títere instalado por el Ejército etíope tras el derrocamiento del régimen de los Tribunales Islámicos.

La guerrilla islamista controla zonas enteras del país y barrios de la capital e insiste en exigir la salida de todas las tropas extranjeras.

Piratas amenazan

El jefe de las milicias que mantuvieron en sus manos durante cinco días al capitán del mercante estadounidense advirtió de que a partir de ahora los estadounidenses serán objetivo prioritario de sus hombres, «y supongo que se imaginarán que no tendremos compasión».

Siempre según su versión, el grupo que mantenía al capitán en sus manos estaba dispuesto a entregarlo sin contrapartida alguna cuando fue atacado por un comando de las fuerzas especiales de la Marina de EEUU.