Análisis tras una de las pruebas más duras
Incógnitas en el Infierno
La París-Roubaix, una reina de las clásicas, vivió el pasado domingo una edición número 107 marcada por un grave accidente, las numerosas caídas y la tercera victoria, espectacular, de Tom Boonen.
Jean MONTOIS | ROUBAIX
El Infierno del Norte. Un sobrenombre que no necesita mayores explicaciones. Una carrera que sólo concede el honor de la victoria a ciclistas modelados con una pasta especial. Entre ellos destaca actualmente la figura de Tom Boonen, mucho más que un sprinter.
Por ello, la primera pregunta que debe de responder la París-Roubaix es si alguien puede poner en solfa la superioridad del flamenco. Su potencia, habilidad y resistencia le permiten llegar fuerte y lúcido al final de los 259 kilómetros. En ocho participaciones, cuenta con tres victorias para cinco podios en total, un palmarés que lo sitúa entre los grandes especialistas con sólo 28 años.
En el futuro, sabe que deberá vigilar a dos adversarios de la generación de 1984 -el alemán Haussler y el danés Breschel- además de a los habituales Flecha, Pozzato, Hushovd y Hoste. Sin olvidar a sus compañeros del Quick Step, de los cuales Sylvain Chavanel está especialmente `diseñado' para esta prueba. «Es el mejor equipo para estas clásicas», apunta el francés, quien descarta cambiar de aires. «Tengo contrato para dos años y estoy contento».
¿A que se debió el accidente?
Al margen del ámbito estrictamente deportivo, las interrogantes pendientes de respuesta se centran en el grave accidente que tuvo lugar cuando una moto de la organización atropelló a dieciséis personas. Tres de ellas permanecen ingresadas en estado grave -su vida no corre peligro-, una con traumatismo craneal y las otras dos con traumatismo abdominal. Una niña de cuatro años sufrió fractura de clavícula.
Al parecer, el percance tuvo lugar a las puertas de una vivienda, cuando la moto aceleró tras una corta parada a la salida de una curva. Por ello, no cabe argumentar que se debiera a la muchedumbre, desbordante por otra parte sobre todo en el cruce de l'Arbre.
¿Es un lugar peligroso?
Último sector clave, a dieciséis kilómetros de la meta, el cruce de l'Arbre concentra a una multitud de espectadores. Fue en este lugar donde se rompió el grupo cabecero, merced a la aceleración de Boonen y a las caídas consecutivas de Flecha, Hoste y Hushovd. Si bien el público no es responsable, su próximidad y su estado de excitación, agravado en algunos casos por la ingesta de alcohol, plantean un problema. Por ejemplo, el italiano Pozzato, lanzado en una vana pero espléndida persecución a la caza de Boonen, censuró los escupitajos y la cerveza que le arrojaron durante la carrera. Hubo directores deportivos que denunciaron la agresividad de algunos espectadores.
Para próximas ediciones, la instalación de barreras en este sector, como en Arenberg, volverá a saltar a la palestra. Pero la protección completa roza la utopía. En 2004, Leif Hoste perdió su oportunidad cuando la bandera flamenca que agitaba uno de sus hinchas se enredó en una de sus ruedas.
David García (Xacobeo) venció en la segunda etapa del Tour de Turquía, dando a su equipo el primer triunfo de la temporada. El corredor gallego fue el más rápido en la etapa disputada entre Izmir y Kusadasi (132,5 km), llegando con cinco segundos de ventaja sobre un pelotón del que saltó a falta de menos de cuatro kilómetros para la meta. Mauro Finetto (CSF Navigare) mantiene el liderato.
Alejandro Valverde (Caisse d'Epargne), vencedor anteayer en la Clásica de Primavera de Zornotza, encabeza el cartel de participantes en la París-Camembert, que se disputa hoy sobre una distancia de 200 kilómetros con salida en Magnanville y llegada en Vimoutiers. El murciano, que ya ganó esta prueba en 2008, contará como fiel escudero con el gallego Óscar Pereiro. Otros favoritos son: Moncoutié, Dumoulin, Augé y El Fares (Cofidis), Geslin -ganador en 2006- y Casar (Française des Jeux), Voeckler, Rolland, Gautier (Bouygues), los hermanos Efimkin (AG2R), y Moreau y Vogondy (Agritubel).