Roger Federer, una carrera hasta ahora rectilínea que comienza a difuminarse
Jacques KLOPP | MONTECARLO
Bajón de resultados, un enfado palpable, un bebé que nacerá en verano y un matrimonio sorpresa. La carrera de Roger Federer, rectilínea durante mucho tiempo, ha tomado una borrosa trayectoria en vísperas de su estreno sobre tierra batida. Será mañana en Montecarlo ante el italiano Andreas Seppi.
Lloró en Melbourne después de su derrota en la final frente a Nadal. Sus ojos estaban enrojecidos tras de caer en la semifinal de Miami contra Djokovic, donde rompió su primera raqueta desde hacía años. Fusila con la mirada si le hablan de decadencia o le preguntan por la falta de entrenador.
«Al límite prefiero esto, lo vuelve más humano», desliza el francés Gilles Simon. Pero eso no consuela al suizo. «Hay dos o tres tipos que le han cogido bien la medida», constata Gaël Monfils. «Comenzó a perder contra jugadores que tenía la costumbre de dominar. Eso es difícil de encajar», apunta Verdasco.
Por primera vez desde 2000, no ha ganado nada a estas alturas de la temporada. Entonces iba a cumplir 19 años y no era aún más que un superdotado caprichoso, listo para estallar en cualquier momento.
Si durante años consiguió poner sordina a ese carácter desconfiado -quizá su mayor hazaña- hoy da la impresión, derrota tras derrota, de que el niño ciclotímico está de vuelta. «Antes de alcanzar el número uno podía ponerse muy nervioso. Al ganar menos y estar más frustrado, vuelve a caer un poco en eso», observa Simon.
De hecho, muestra señales de irritación inéditas desde hacía lustros. ¿Está concentrado aún al 100% en el tenis? «Todo el mundo se plantea la cuestión», reconoce su compatriota Wawrinka. «Envejece, es normal que a su edad -cumplirá 28 años dentro de cuatro meses- se comience a pensar en matrimonio y en hijos. Y ya ha alcanzado tantas cosas...», recuerda Nikolay Davydenko.
«Hay algo de frustración, pero pienso que tiene muchas ganas de ganar su decimocuarto Grand Slam -matiza Monfils-. Será necesario tener cuidado con él en las semanas que vienen, ya que va a buscar la revancha. Si finalmente decidió venir a Mónaco es porque tiene cosas que demostrar».
«En un buen día sigue siendo el mejor del mundo», asegura Simon. Lo que sucede es que los días buenos son una rareza en estos últimos tiempos.