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Maite SOROA

Ecos de Aberri Eguna

La celebración del Aberri Eguna conlleva, todos los años, el cabreo de la Pascua hispana. Ayer, a rebufo de la gran movilización social del domingo, los medios del unionismo editorializaban contra los mensajes difundidos en las diversas convocatorias, aunque, en esta ocasión, el PNV ocupaba un lugar preferente en sus críticas.

Según «El Correo Español», la celebración del domingo «se convirtió en esta ocasión en una manifestación identitaria especialmente alejada del sentir de los demás ciudadanos de Euskadi». El Día de la Hispanidad es, por supuesto, la fiesta de la integración. ¡Si participa hasta la cabra de la legión!

Lo que les duele, al parecer, es «la coincidencia literal del PNV con ETA al calificar de `unionista' el acuerdo entre socialistas y populares» y advierten con aire serio de que «el PNV incurre en una grave irresponsabilidad cada vez que traspasa la línea que separa la legítima crítica política para incurrir en denuncias públicas que erosionan la legitimidad de las instituciones y los fundamentos del sistema democrático». Me río yo del «sistema democrático» español.

También en «Abc» les calentaban las orejas a los jelkides, porque «la coincidencia del manifiesto soberanista de este partido, hecho público el pasado viernes, con el último comunicado de la banda terrorista ETA ha rematado un cuadro en el que el nacionalismo vasco se presenta con los perfiles de una amenaza, cada cual a su manera, contra el futuro Gobierno de Patxi López». ¡Toma, toma, toma!

Lo mejor del editorial en cuestión es la explicación que da a la tangana electoral: «Los silenciosos han hablado y son mayoría en el Parlamento de Vitoria. Los terroristas retroceden y la ley limpia la democracia de su presencia. Cuando el Estado democrático ha funcionado, el PNV ha perdido el poder. Cuando el Estado de Derecho funciona, ETA se debilita». Así describen el pucherazo. No se les puede negar originalidad.

Y en «La Razón» sentenciaban que «el discurso que Urkullu e Ibarretxe abanderaron ayer se asemeja preocupantemente a lo que ETA reivindica en su comunicado cuando afirma que no reconocerá al nuevo lendakari `ninguna legitimidad democrática'». El problema real no es que el PNV no se la reconozca, sino que no la tiene.

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