Jon Odriozola Periodista
La guerra de los mundos
A José Ortín
Dice el melifluo Rodríguez Zapatero que la Alianza de Civilizaciones se ofrece a colaborar con la OTAN para reducir conflictos. Tanta bonhomía abruma en un encantador de serpientes. Hace ya cinco años que el presidente español anunció ese proyecto que, en realidad, se quedó en un asunto bilateral entre España y Turquía. ¿Es la OTAN una organización (militar) «civilizada»? Ya Spengler contraponía cultura y civilización, suponiendo a esta última como el reino de la reproducción instrumental, o sea, científico-técnica, de la sociedad... occidental. Lo máximo en una civilización es su capacidad de producir máquinas, tanto da que sean gadgets como de matar. El resto es barbarie dizque cultura, un poema y tercermundismo.
Lo bueno de la «civilización occidental» es que descubrió en mí -como en usted que me lee- un «mundo». Cada persona es un mundo, dice el tópico. También está el «mundo» de Batasuna, como si fueran alienígenas. Ya no tomo potes con amigos, sino con «mundos» inmiscibles como mónadas leibnizianas. Pero hay otros mundos e hierofanías. Por ejemplo,el «mundo islámico».
«Nombrar implica -leemos en «El Islam sin velo», de N. Amirian y M. Zein- ser dueño de lo nombrado. El `mundo islámico' es un concepto de reciente creación en la literatura política que nace como contraposición al `mundo occidental'. Lo curioso de este término -señalan las autoras- es que no existe a la inversa, es decir, no se oye hablar del `mundo cristiano' como contrapuesto al `mundo oriental'». Y no se olvide que gana el que nombra primero. Este juego de opuestos es obra del «orientalista» británico Bernard Lewis. Pero ¿qué Oriente? ¿El chino, indio, persa, turco, árabe? Un árabe puede no ser musulmán (y hasta ateo), un musulmán no árabe y, sin embargo, nos los pintan como si fueran lo mismo. Sobre todo cuando se habla del «choque de civilizaciones», término acuñado por el ríspido servidor del poder Samuel Huntington al albur del 11-S ocasionado (y es mentira) por el «terrorismo islámico». Ya está el miedo metido en el cuerpo y ya hay excusa para invadir países en defensa del «mundo libre».
Y es que el imperialismo vive en una economía de guerra permanente. La situación desde el término de la II Guerra Mundial ha sido de guerras de mayor o menor intensidad gracias al mundo bipolar y lo que se llamaba «equilibrio del terror». La Guerra Fría parece ganada por EEUU con el desmoronamiento de la URSS, pero les creó un problema imprevisto: se quedaron sin enemigo (comunista) y la industria armamentística sin su fúnebre negocio. ¿Qué hacer? Reinventar las Cruzadas. Esta vez contra el «fundamentalismo» islámico. Al enemigo hay que difamarlo. La «guerra al terrorismo» se hace para proteger al «mundo civilizado» como una «guerra de religión», ideológica (y no económica). Como si la religión fuera sinónimo de civilización y no un elemento más de la cultura.
Está claro, civilización sólo hay una: la nuestra; igual que religión verdadera: la nuestra. El resto es otredad, el infierno. Acabáramos.