UPN engaña al PSN, a la verdad y a Nafarroa
Cualquier votante crítico del PSN que lea con objetividad la ponencia política que aprobará UPN el domingo encontrará motivos sobrados para que aumente el enfado expresado aquel agosto de 2007 en que renunció al Gobierno navarro. Su contenido refleja perfectamente la relación de subordinación establecida respecto a UPN. El partido que aún lidera Miguel Sanz explica que «tiende la mano» al PSN exclusivamente en la medida en que contribuya en el blindaje del actual marco político en Nafarroa. Curiosamente, la ponencia no define la hoja de ruta del partido que la aprueba, sino que se convierte en un catálogo de condiciones para el socio que lo mantiene en el Ejecutivo. Y retrata, por tanto, que ese pacto es en realidad una trampa política para el PSOE.
Pero la ponencia, además, falsea la realidad, algo que se ha convertido en otra seña de identidad de UPN. Lo hace al definir el actual estatus de Nafarroa como su «innegociable identidad», cuando la autonomía uniprovincial actual no es más que el producto de «negociaciones» como la conquista de 1512, la ley impuesta en 1841 tras otra victoria militar o el Amejoramiento creado en 1982 entre el ruido de sables posfranquista. Y falsea también la realidad, de modo consciente, al asegurar que los abertzales buscan «incorporar Navarra como provincia de la CAV» o «negar su personalidad».
Estas dos trampas llevan a una tercera, a la trampa central. La clave de la ponencia de UPN no está en lo que dice, sino en lo que no dice. Mientras se esfuerza en cerrar todos los resquicios a cualquier fórmula de cambio político, en ningún punto de su ideario se podrá encontrar una formulación política básica en democracia: que sea la ciudadanía la que decida libremente. UPN surgió precisamente para evitar que los navarros y navarras recuperaran la decisión sobre su futuro. Tres décadas después insiste en ello, aunque sea a costa de hacer trampas al PSN, a la propia ciudadanía navarra, y a la realidad de los hechos.