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El meteórico despegue del submarino amarillo en apenas dos décadas

El Villarreal se juega esta noche en Londres, a las 20.45 (Canal Plus), su paso a las semifinales de la Champions frente al Arsenal. El empate a uno de la ida otorga ventaja a los ingleses, pero el conjunto castellonense tratará de que su constante crecimiento no se detenga en seco.

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Beñat ZARRABEITIA

La historia del Villarreal Club de Fútbol arrancó el 23 de marzo de 1923. Aquel día se fundó un club que decidió vestirse con una camiseta mitad blanca, mitad negra. Fueron los modestos inicios del entonces segundo club de Castelló. En 1946, el Villarreal cambió sus colores y pasó a lucir sus ya tradicionales amarillo y azul. Durante años, su lugar fueron las divisiones inferiores de la Liga española, especialmente la Regional y Tercera. Con la llegada de la década de los noventa, el submarino amarillo consiguió dar el salto a la Segunda B. Veinticuatro meses después, logró ascender a la categoría de plata.

Tras cinco cursos ocupando puestos intermedios en Segunda, la campaña 97-98 fue clave para el devenir del club. En lo deportivo, los castellonenses obtuvieron el ascenso en la promoción que les enfrentó al Compostela. Un gol de Alberto en Santiago certificó el éxito para el equipo que entonces dirigía José Antonio Irulegi. Junto al técnico guipuzcoano, los delanteros Salillas y Christiansen o los vascos Lakabeg y Aitor Arregi eran algunos de los hombres más importantes que consiguieron subir a Primera.

En el aspecto institucional, en aquella campaña Fernando Roig pasó a ser el mayor accionista de la entidad. Dueño de la empresa de cerámicas Pamesa, de parte de la cadena alimenticia Mercadona y con participación en la energía eólica a través de Renomar, siempre tuvo claro que quería situar al Villarreal entre los grandes de la Liga. Tarea harto complicada teniendo en cuenta que hablamos de un club con un entorno limitado, ya que la localidad apenas cuenta con 50.000 habitantes. Pese a ello, Roig ha colmado parte de sus ambiciones.

La temporada del estreno en la máxima categoría no fue especialmente buena y el equipo descendió. Eso sí, la plantilla que defendió los colores del submarino contaba con varios nombres ilustres: Palop, Albelda, Craioveanu, Imanol Alguacil, Óscar Téllez o Gerardo, el actual jugador de la Real.

El contratiempo no desanimó al dueño, que dejó su tercer proyecto en manos de Joaquín Caparrós y reforzó el equipo con López Vallejo, Javi Gracia o Berruet. El de Utrera fracasó estrepitosamente y fue cesado tras perder por 1 a 5 ante el Eibar. Su puesto lo ocupó Víctor Muñoz. El maño consiguió enderezar la deriva del submarino y devolvió al equipo a Primera. En el verano de 2000, Roig apuntaló el equipo con varios fichajes de prestigio como Arruabarrena y Amor, pero fue en el mercado invernal cuando hizo saltar la banca. Contrató de Boca a Gustavo Barros Schelotto y Martín Palermo, entonces delantero de moda en Sudamérica, y dio un golpe de efecto en la Liga. Las incorporaciones no dieron el rendimiento esperado, pero fue un primer aviso de las ambiciones del mandatario castellonense.

Jorge López y Unai Bergara fueron los dos hombres más importantes del conjunto amarillo en los cursos 2000-2001 y 2001-2002. En ambos cursos el Villarreal ocupó un discreto décimo quinto puesto. Al final de esa temporada, fichó a Reina y Senna, dos futbolistas clave en su proyecto. Sin embargo, no fue hasta doce meses después cuando se produjo el gran salto. El equipo se alzó con su primer título al vencer en la Copa Intertoto y adquirió a una ingente cantidad de jugadores de calidad como Riquelme, Coloccini, Sony Anderson, José Mari o Roger.

El crecimiento del club era constante y la dirección, encarnada por Roig y el consejero delegado Llanera, decidió relevar a Benito Floro y fichar al chileno Manuel Pellegrini, ex de River o San Lorenzo, para dirigir al equipo. Junto a él, llegaron otros tres sudamericanos como Sorín, Gonzalo y Forlán. El charrúa no tuvo suerte en el Manchester United, pero se desquitó en Villarreal. Cerró la campaña 2004-2005 con 25 goles y en consecuencia, consiguió la Bota de Oro europea. Su equipo lo notó y consiguió un histórico tercer puesto liguero.

La Champions abrió sus puertas al submarino amarillo y los de Pellegrini se quedaron a un paso de la gloria. Tras eliminar a Rangers o Inter, el Villarreal se topó con el Arsenal en semifinales. En el último minuto del choque de vuelta, Riquelme dispuso de un penalti para meter a su equipo en la final, pero Lehmann atajó su lanzamiento.

Allí comenzó el declive del «10» argentino. Se hizo fuerte en la caseta y junto a Sorín puso en duda las decisiones de Pellegrini. Los resultados se resintieron y Roig decidió cortar por lo sano, los dos argentinos dejaron la entidad. La tranquilidad volvió a Villarreal y con nuevos fichajes como Rossi, Godín o los recuperados Nihat y Pires, el submarino regresó a la Champions. Instalado ya en la élite de la Liga, el submarino de Joseba Llorente intentará superar esta noche al Arsenal y desquitarse de la gran espina de su meteórico ascenso futbolístico.

La captación de jóvenes, una de las bases del éxito amarillo

Uno de los grandes aciertos del conjunto amarillo está en la anticipación. Sus ojeadores rastrean todo el mundo, especialmente en Sudamérica y captan a futuros profesionales antes que el resto. Así, se ahorran los costes que supone fichar a una estrella ya consagrada y tienen la ventaja de que en caso de conseguir el rendimiento esperado puedan obtener grandes ingresos a través de un traspaso. Además, para mejorar su estructura, el Villarreal puso en marcha una coqueta ciudad deportiva. Los jóvenes maduran allí o son cedidos como ocurre actualmente con Jonathan Pereira, Altidore o el realista Marcos. B.Z.

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