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Xabi Larralde Miembro de Batasuna

Hace quince años: el genocidio de Ruanda y... Euskal Herria

Difícil de creer que los militares franceses no estaban al corriente del genocidio que se tramaba, ya que más allá de las «señales» visibles sobre el terreno, un informe de investigación coordinado por la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) hace referencia ya en marzo de 1993 a los prolegómenos del genocidio

Hace quince años, entre abril y julio de 1994, en Ruanda al menos 800.000 personas, en su mayoría de la etnia tutsi, fueron exterminadas por el régimen de los hutu. Estas masacres están consideradas por la comunidad internacional como genocidio, un genocidio que quedará marcado en los anales de la Historia como el último del siglo XX.

Los hechos que voy a relatar, lejos de ser el fruto de mis elucubraciones, están extraídos en su mayoría de un libro titulado: «Lo inconfesable. Francia en Ruanda» publicado por la editorial Les Arènes en 2004. Su autor, Patrick de Saint-Exupéry, estaba presente en Ruanda durante el genocidio como corresponsal del muy respetable «Le Figaro» que ha recibido diversos premios, entre ellos el galardón Bayeux de los corresponsales de guerra.

Evidentemente, las fuentes informativas relacionadas con el genocidio de Ruanda son múltiples, pero es de destacar que buena parte de ellas coinciden con las constatación realizadas por P. de Saint-Exupéry sobre el terreno: que los soldados franceses «hayan podido formar, bajo órdenes superiores, los asesinos del tercer genocidio del siglo XX»

¿Pero qué relación tiene todo esto con Euskal Herria? Una doble. En primer lugar, está relacionado con la celebración de la cumbre Francia-África en Biarritz, en noviembre de 1994. Para François Mitterrand -presidente de la República en funciones- fue difícil no mencionar el tema. Oficialmente, derramó gruesas lágrimas de cocodrilo sobre el drama humanitario que acababa de producirse, porque en off, Mitterrand había afirmado durante el verano en su entorno más próximo que «en esos países, un genocidio no es demasiado importante» (P. de Saint-Exupéry).

En el marco de la red de colaboración Francia-África, las relaciones con Ruanda datan al menos de fines de la década de los 60, pero se estrecharon considerablemente a principios de los 90 bajo los auspicios del consejero del presidente para asuntos africanos de la época: Jean-Christophe Mitterrand, ¡su propio hijo ¡A partir de 1990 Francia canalizó ingentes cantidades de armas al régimen del presidente hutu Juvénal Habyarimana y estableció programas... de instrucción militar... (Saint-Exupéry).

Y en este punto se llega a la segunda relación entre este affaire y Euskal Herria. En efecto, entre los militares presentes en Ruanda de 1990 a 1993 figuran, según P. de Saint-Exupéry, los del 8º RPIMa (regimiento paracaidista de Infantería de Marina), del 2º REP (paracaidistas de la Legión Extranjera), dos regimientos de la 11ª División Paracaidista, que es el crisol del «servicio de acción», el brazo armado de la DGSE (servicio de contraespionaje) e, igualmente, los del 1º RPIMa de Baiona... Es de destacar que este regimiento forma parte de las fuerzas especiales y emana de la 1ª semibrigada colonial de comandos paracaidistas (1ª DBCCP) creada por el general Massu. El 1º RPIMa está integrado a la Comandancia de Operaciones Especiales (COS). Instalado en 1992, el COS es ni más ni menos, «una estructura llamada a ser el brazo armado de nuestras ansías de imperio, de ese soberano deseo de poder». Sus prerrogativas «se resumen en cuatro palabras : asistencia, apoyo, neutralización y acción de influencia». Son los cuatro pilares de la guerra secreta.

A partir de 1993, el almirante Lanxade, jefe de estado mayor del Ejército, va a autorizar al COS a desarrollar «dispositivos de guerra psicológica». Según P. de Saint-Exupéry, «es la vía abierta a la puesta en marcha oficial de nuestra doctrina de la `guerra revolucionaria'». Esta doctrina de la «guerra revolucionaria» fue aplicada por primera vez durante la guerra de Argelia por los militares al mando del famoso general Massu. Para hacerse una idea de lo que supuso la primera aplicación, me remito al testimonio del general Aussaresses, que en un relato edificante describe, entre otras «técnicas» utilizadas en aquella época, el uso masivo de la tortura y la eliminación a gran escala de «sospechosos».

Volviendo a Ruanda, podría suponerse que, tal vez, los militares franceses no estaban al corriente del genocidio que se tramaba. Difícil de creer, incluso imposible de contemplar tal eventualidad, ya que más allá de las «señales» visibles sobre el terreno (el discurso del régimen hutu, informes de los servicios secretos, etc.), un informe de investigación coordinado por la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) hace referencia ya en marzo de 1993 a los prolegómenos del genocidio.

Sin embargo, París cierra los ojos. Pero he aquí que un libro muy documentado sobre «la historia secreta de la V República», coordinado por Roger Faligot y Jean Guisnel nos revela que, precisamente en marzo de 1993, se puso en marcha la misión Chimère, que consistía en «el envío de una veintena de hombres del RPIMa al mando del coronel Didier Tauzin, cuyo papel consistirá en erigirse en cuadros en el Ejército ruandés durante unas semanas».

Ésta es la alucinante revelación dada a conocer por los autores mencionados: ¡el 1º RPIMa con base en Bayona habría participado en misiones de formación de militares ruandeses que perpetraron el último genocidio del siglo XX! Seguramente esta revelación no será del agrado de muchos, pero considero que 15 años después de los hechos, es necesario que, aquí mismo, en Euskal Herria, la conozcamos.

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