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VIII Congreso de Unión del Pueblo Navarro

UPN brinda una despedida calurosa a Sanz y una fría acogida a Barcina

En un Congreso sin un ápice de debate ideológico -hasta el punto de que sólo intervinieron los ponentes-, UPN convirtió ayer a Yolanda Barcina en su presidenta. La frialdad con que las bases la acogieron fue la nota más llamativa y contrastó con las ovaciones recibidas por Miguel Sanz, que insistió en situarse «a las órdenes» de la alcaldesa de Iruñea. Unos y otros aclararon que el partido cambia de piloto, «pero mantiene la misma dirección».

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R.S. | IRUÑEA

Con poco más de un lustro de afiliación al partido, Yolanda Barcina ya tiene en sus manos el timón de UPN. El cambio de liderazgo se materializó ayer en un Congreso en el que ésa fue la única noticia dada la ausencia de debate ideológico.

La alcaldesa de Iruñea -escogida a dedo por el hasta ahora presidente, Miguel Sanz- tuvo una recepción fría, casi gélida en comparación con el calor con que se despidió a Sanz tras doce años al frente de UPN y unos últimos meses en que ha tomado la iniciativa de mayor calado de su mandato: finiquitar la fusión con el PP.

Pese a que Barcina ha llevado a cabo en los últimos meses una amplia ronda de visitas pueblo a pueblo, la afiliación se limitó a aprobar su nominación y a escuchar luego su discurso en silencio. La hora tampoco ayudó, porque Barcina tomó la palabra pasadas ya las 15.10.

La nueva presidenta, además, dedicó su intervención más a presentarse y a justificar su llegada al cargo que a exponer cuál será su línea de actuación (pasó por alto, por ejemplo, el escenario creado por la ruptura con el PP). Así, comenzó diciendo que «soy navarra por adopción y amo a esta tierra con pasión, de verdad», y acabó su discurso anunciando que «haré todo por tener vuestra confianza, vuestro apoyo, vuestra amistad». Entre medio, prometió dedicar al menos un día al mes a recibir a los afiliados. Y en repetidas ocasiones declaró que «siento el aliento de la afición», unas palabras que hacían más llamativo todavía el silencio que reinaba en la sala.

El discurso previo de Sanz también constató las dudas generadas en torno al nuevo liderazgo. Y es que el todavía presidente del Gobierno navarro puso excesivo énfasis en negar que vaya a tutelar a Barcina. Como botones de muestra, estas frases: «Quedo a disposición de la presidenta, y ahí estaré, sin ruido y sin protagonismo, ella manda»; «Que nadie dude de que la bicefalia no va a generar distorsión entre el partido y el Gobierno»; «Remaré en la misma dirección que me marque la presidenta»; «Todos debemos estar con ella; hagámoslo respetando su estilo, y minimizando sus errores». Y el mensaje final: «Vuelta alto, ¡y a tus órdenes!», le dijo Sanz a Barcina.

Tanto ambos como Alberto Catalán -reducido al cargo de vicepresidente pese a que sopesó disputar el liderazgo a Barcina- incidieron en que el rumbo del partido no va a cambiar, y que ha quedado definido tras la ruptura con el PP. Sanz fue el encargado de explicar la decisión una vez más: «Para gobernar no basta ahora con ser la lista más votada, hay que tener margen para la negociación, por la derecha y por la izquierda de UPN. Y nuestro adversario es el nacionalismo».

En todo caso, pidió que se pase esa página cuanto antes: «Lo importante es el presente, no el pasado». Mariano Rajoy, líder del PP, había sido invitado al Congreso, pero lógicamente no acudió. Sí estuvieron el presidente de CDN, José Andrés Burguete; el presidente de la CEN, José Manuel Ayesa; el secretario general de UGT en Nafarroa, Juan Goyén; o el director de Euskarabidea, Xabier Azanza.

Sin intervenciones

La ponencia política fue presentada durante la mañana por la senadora María Caballero. Se trató de una intervención de apenas cinco minutos que no tuvo ninguna réplica y con la que el texto quedó aprobado por unanimidad. En él se incide en que la aceptación del estatus actual es condición sine qua non para pactar con UPN. Se rechaza cualquier retoque y se defiende derogar la Transitoria Cuarta.

La inexistencia de debate, ni siquiera después de la separación del PP, quedó patente en un dato: apenas 200 personas siguieron la presentación de las ponencias, sin tomar la palabra. Más de 1.000 entraron luego a la sala principal de Baluarte para oír los discursos finales.

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