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Silencios indecentes y propagandas vacías

A la hora de escribir estas líneas han pasado más de 27 horas desde que se difundió a bombo y platillo la noticia de la detención de Jurdan Martitegi y de otros ciudadanos vascos cerca de Perpinyà. Tras esas 27 horas, nadie podría asegurar de modo fehaciente cuál es la identidad de uno de los otros dos detenidos, porque desde el primer minuto Madrid desató el ya habitual baile de nombres. Tampoco nadie -salvo las policías correspondientes- podría confirmar cómo se produjo la detención, ni a qué obedeció el disparo escuchado por los vecinos, ni si se produjo algún herido, como apuntaron rumores durante toda la jornada. Todos estos extremos fueron pasados por alto en la comparecencia del ministro de Interior español, Alfredo Pérez Rubalcaba.

No hay que ser un experto en el tratamiento de información para constatar que ruedas de prensa como la del ministro y versiones como las difundidas por las agencias madrileñas y parisinas tienen muy poco que ver con la realidad de los hechos y mucho -todo- con la propaganda gubernamental. Una operación de imagen a la que se suma incluso el juez instructor, Baltasar Garzón, que ofreció una inusitada entrevista radiofónica sobre la redada poco después de producirse. Y en esta tarta cuyos pedazos quieren repartirse representantes políticos, policías, jueces y medios no podía faltar la habitual guinda de atribuir a alguno de los detenidos el dorsal «número 1», sea de lo que sea y aunque la afirmación se desmienta unas horas después.

El silenciamiento de los datos realmente informativos de esta operación contrasta con la parafernalia desatada sobre lo que no es más que propaganda de parte. Nadie puede negar, sin embargo, la evidencia de que noticias como las producidas este fin de semana se han repetido en Euskal Herria de forma ininterrumpida desde hace más de 40 años sin cambiar un ápice la esencia del conflicto político entre este país y dos estados. Hacen falta menos silencios indecentes sobre la realidad de fondo del mismo y menos alardes publicitarios que sólo sirven para desfigurarlo.

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